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 Nacionales Domingo 14 de octubre, 2007, San José, Costa Rica.
   

En Home Creek, Limón, celebraron día de las culturas

¿A quién le importa el color ?

Niños se olvidan de las diferencias / En Talamanca, los Bribris dan una lección de trabajo y convivencia

Alejandro Arley Vargas

Colaboró Róger Amoretty

Limón - Se abrazan como si fueran familia. ¿A quién le importa el color?, pienso, mientras posan para la foto. Es 11 de octubre, vísperas del Día de las Culturas en la escuela de Home Creek, Cahuita.

Ibrahim, un negrito alegre de 7 años, se arrima sin complejos a Roymer, un pequeño indígena de la misma edad que de vez en cuando deja escapar una sonrisa.

La escena la completan “el chinillo” Yassbin, Heilyn y Shaury las más blancas del grupo y María de Fátima, la única rubia de ojos verdes en la escuela.

En su inocencia, los niños no marginan a nadie por su color, sus rasgos físicos ni posición social. ¡Qué lección para los adultos!

“Soy de Liberia, pero vivo en Limón desde hace dos años”, nos confiesa Fátima, sin bajarse de su bicicleta, junto a compañeros.

Por los pasillos corren chiquillos con trenzas, lacios, de pelo chuzo, negros, blancos, bribris y hasta una machita de anteojos que va al kínder.

En esa aula, donde están los de preescolar, la interacción es aún más conmovedora. Todos juegan y me muestran orgullosos sus dibujos de animales, árboles, ríos y montañas.

El inglés y el español se mezclan como los tonos de piel en las aulas. Las maestras, los padres y los niños pasan de un idioma a otro como la sombra cambia de árbol en árbol en el patio.

“En esta escuela hay tanta diversidad que se facilitan la convivencia. Les enseñamos lo importante que es estar siempre unidos”, afirma Francisca West, directora de la institución.

Para celebrar, organizaron varias actividades como dramatizaciones y bailes propios de diferentes culturas.

En Westfalia de Limón, la Asociación Cultural Nefertiti, presidida por Elsie Morgan, realizará hoy actividades alusivas al Día de las Culturas.

Los “profes” no conocen límites

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Arsenio Elizondo, (de lentes), enseña Bribri en dos escuelas.
Rafael Pacheco

Docentes como ellos conocen a fondo las palabras vocación y entrega.

Manuel López sale de Cahuita todas las mañanas, deja el carro hasta donde la cuesta llena de piedras se lo permite, luego camina para dar clases en la escuela de la comunidad Kéköldi.

“Aquí se trabaja con niños muy educados y hay tranquilidad para dar lecciones”, afirma el maestro, oriundo de Guanacaste. Sus labores las comparte con Arsenio Elizondo, que imparte lecciones en esa escuela y también en la de Patiño.

“No es difícil aprender bribri, solo al inicio”, dice.

Elizondo se encarga de impartir ese idioma a los niños que no son de comunidad indígena y refuerza los conocimientos en aquellos que lo hablan en sus familias. “Es importante para mantener la cultura”, razona Elizondo, originario de Buenos Aires.

Entre iguanas y turistas

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Doña Gloria es una de las cuidadoras.
Rafael Pacheco

Desde hace 17 años, crían iguanas verdes y venden artesanías. De esta forma generan ingresos y ayudan a conservar la especie. En otra área de Kéköldi, los indígenas reciben a diario muchos turistas que se van fascinados con el lugar.

“Cuando es buena temporada llegan hasta cien turistas por semana”, comenta Gloria Mayorga, una de las encargadas del lugar.

Actualmente en el zoocriadero hay 600 iguanas. Con frecuencia liberan las que están aptas para su hábitat. Según sus tradiciones, ellos comen carne de iguana, sin embargo, no consumen las que están criando.

“Nosotros solo cazamos las que están libres, porque están alegres, las que están encerradas están tristes”, explica Gloria.

“Camino hora y media para venir a clases”

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Weimer camina mucho y es muy feliz.
Rafael Pacheco

Se llama Weimer Sebastián Hernández y tiene 10 años. Sin perder la sonrisa sabe que al salir de clases debe caminar una hora y media hasta su casa, en la reserva indígena Kéköldi.

“Estoy acostumbrado, no hay problema”, afirma. Weimer estudia en la escuela de Patiño de Cahuita. Allí, 45 alumnos tienen acceso a la educación pública, a un pequeño centro de cómputo y clases de bribri.

“Es muy bonito, uno aprende mucho de sus costumbres”, confiesa María Eugenia Rojas, maestra de Weimer y quien tiene a cargo el primer ciclo. “Los indígenas son observadores e inteligentes”, puntualiza la docente.

Kéköldi: bribris muy luchadores

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La chicha, bebida hecha a base de maíz, es parte de la tradición de los indígenas. Evaristo la lleva a su trabajo.
Rafael Pacheco

Con el sudor en la frente por el esfuerzo de chapear, Evaristo Villanueva se toma un traguito de chicha. En bribri explica quiénes somos (el equipo de Al Día) a algunos vecinos de una de las reservas indígenas Kéköldi, ubicada en Talamanca.

“Aquí trabajamos mucho la tierra. Cultivamos maíz, plátano, banano, frijoles, yuca, criamos gallinas y cerdos”, enumera. Es un poblado pequeño. Tienen una capilla y una escuela a la que asisten cerca de 30 alumnos.

“Estamos viendo cómo podemos desarrollarnos más, pero nos falta agua y luz”, subraya Villanueva, quien fue presidente de la Asociación de Desarrollo.

Cada mes, médicos de un EBAIS cercano visitan la comunidad y un sacerdote de Bribri llega a dar misa.

“Traemos agua de una quebrada en la montaña y en la noche la pasamos a pura candela. A veces hay que ayudar a los niños con las tareas de la escuela”, cuenta Yuri Chaves, de 23 años.

A los chiquillos les gusta mejenguear y las camisetas de la Liga Deportiva Alajuelense también se combinan con botas de hule o chancletas.

La hospitalidad es inmensa. Son tan cálidos con el visitante como el sol que quema al mediodía.

La más sabia y el más pequeño

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Justa Roy, de 76 años, mira al pequeño Éver de un año, el pasado 10 de octubre, en Kéköldi, Talamanca.
Rafael Pacheco

Mientras Dixie Mora, indígena de 16 años da de mamar a su pequeño Éver, de un año, Justa Roy, de 76 , mira con una sonrisa de oreja a oreja.

Doña Justa no habla español, solo bribri y cabécar, pero eso no fue obstáculo para contar lo que le gusta hacer. Con ayuda de los vecinos, nos cuenta que lo mejor de vivir en Kéköldi es poder trabajar en lo que le gusta. Chapear y sembrar son de sus actividades preferidas.

Hace muchos años vivía en San José Cabécar y por eso conoce muchas historias. Incluso cuenta cómo bajaba a Kéköldi para cambiar productos.

A pocos pasos de la mayor del pueblo, el pequeño Éver toma leche de su joven madre. “Las familias aquí son numerosas, pero a mí con uno me basta”, confiesa Mora entre risas. La vida en la reserva transcurre entre cultivos y artesanías que elaboran con madera o plantas como Chidra.

Incluso tienen una asociación para cuidar los bosques de la tala y evitar que los cazadores maten especies como los pizotes o sahínos.

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Ibrahim Brown, Roymer Morales, Yasbbin Piedra, Sahury Martínez, María de Fátima Ruiz y Heilyn Porras celebraron el día de las culturas.
Rafael Pacheco

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En esta capilla reciben misa los vecinos de uno de dos territorios Kéköldi habitados por indígenas de Talamanca.
Rafael Pacheco

El profesor Arsenio Elizondo le explicó bribri a la alumna Francini Molina. Videos: Alejandro Arley

 

 

 

 

 

 

Gloria Mayorga nos mostró el zoocriadero de iguanas de la comunidad Kéköldi.

 

 

 

 

 

 


Evaristo Villanueva traduce lo que dijo Mariana Sánchez

 

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