San José Costa Rica. Edición del 21/octubre/2007. Ir a Al Día
   

Ly Jonaitis, tercera en Miss Universo 2007

Sin quebrar la tradición

Esta venezolana de pueblo humilde revela a VIP cómo se destacó entre las mujeres más hermosas de la tierra

Allan Andino

“Son 500 mil bolívares”, fue lo primero que me dijo, extendiendo la palma de su mano cuando me le acerqué para entrevistarla. Ese es el típico sentido del humor que caracteriza a Lidymar Carolina Jonaitis Escalona, una despampanante muchacha que con solo aparecer obliga a todo el mundo a posar los ojos sobre ella.

Hace poco más de un mes, el 13 de setiembre para ser exactos, le tocó entregar la corona que le abrió decenas de puertas, la de Miss Venezuela.

“Donde quiera que llegues te preguntan por la política. Si eres chavista o antichavista. Y mi respuesta siempre es: soy venezolana”

“(En el mundo) Somos criticadas por las operaciones, pero a la vez somos alabadas... por la mezcla natural de culturas, que hace ver tan hermosa y exótica a la mujer venezolana”.

Con Verónica González: ”Tuve muchas oportunidades en que en los ensayos nos sentábamos y conversábamos. Tiene un corazón enorme, es una niña bellísima. Congenié muy bien con ella. De Costa Rica la verdad es que no conozco, pero sería un buen destino (para vacacionar)”.

Hoy, con un poco de nostalgia, pero con la satisfacción de haber sacado la tarea, Lidymar cuenta en exclusiva a VIP cómo una niña de un pueblo lejano y pequeño se convirtió en la tercera belleza mundial.

Entre sus proyectos –ahora como exreina– se encuentra hacer carrera en diseño de modas, animación y actuación, algo en lo que ya se puso a trabajar.

“Pienso que las misses se destacan o empiezan a ser ellas mismas cuando dejan la corona, porque comienzas a tener un nombre y demuestras qué puedes hacer y qué no. Si te pones a ver, Maite Delgado, Viviana Gibelli y Chiquinquirá Delgado, aunque no ganaron, son mujeres que han sabido aprovechar las oportunidades que les ha dado el medio, y no se han quedado estancadas”.

El título de la tercera mujer más bella del planeta, según el último Miss Universo, es un lujo del que puede presumir.

Sin embargo, lejos de eso, ella voltea su mirada hacia sus raíces.

“Realmente era una niña pueblerina, hija única, entonces como que no tenía amigos. Era muy introvertida. Vivía en Tocuyito, un lugar retirado de donde estudiaba, en Valencia (al oeste de Caracas). Tenía muchos sueños, pero era muy inocente, insegura, no estaba informada de la moda”.

A los 15 años entró al mundo del modelaje como quien no quiere la cosa, porque la verdad no lo buscó. Un día ingresó a una tienda de ropa para consultar el precio de un vestido, y allí un diseñador la descubrió.

“Cuando entré se quedó pasmado. Era una ‘chamita’ de 15 con 1,80 de estatura (que mantiene actualmente). Siempre fui alta, era la ‘caballa’ de mi salón. Así les decimos acá a las altas. Incluso nunca conseguía pareja ni nada para bailar”, dijo muerta de la risa.

En uno de tantos desfiles conoció a Osmel Sousa, presidente del Miss Venezuela (algo así como el Donald Trump de la región).

Sousa tentó dos años consecutivos a Jonaitis para que se animara a competir en el prestigioso certamen, pero su inexperiencia –que resolvió modelando un tiempo en Europa– la hizo esperar un poco más. Fue a la tercera oferta, el año pasado, cuando dijo sí y triunfó.

A las grandes ligas

Con el Miss Universo a la vista, Sousa la mandó ha hacerse dos retoques: cambiarse el color de su cabello y ponerse implantes de seno.

“Siendo modelo no necesitaba senos, pero luego siendo miss si tienes que llenar un traje de baño. Son medidas que tienes que tener, quieras o no”, dijo la valenciana de 90-58-90.

Por tradición, y por las cuatro coronas que registra el país sudamericano, avanzar hasta las finales era para Ly –como le gusta que la llamen– el objetivo primordial.

“Decirte que me conformaba con cualquier lugar es mentirte. Una siempre espera ganar. Yo decía ‘por lo menos que quede entre las 15’, porque para mi país sería un golpe muy bajo que una miss no quede en ese grupo. Es obligación y cuando eso no ocurre, uno se siente mal”.

Los cuatro meses que invirtió en su preparación recibiendo clases de pasarela, peluquería, maquillaje, expresión oral, y sesiones de gimnasio no fueron en vano, a pesar de que el resultado final, con Miss Japón a la cabeza, la sorprendiera por completo.

“Para mí ella no era mi competencia. Yo no la veía como ganadora, y bueno fue un golpe de suerte. Yo veía a Brasil (quedó segunda), una chica extraordinaria, pero nunca entendí lo de Riyo (Mori). En mi opinión, si ellos querían escoger una asiática me hubiese gustado mucho más que ganara Corea. Ahí es donde dices: ‘Realmente la que gana no es la más bella’”.

Y su colega estadounidense, que avanzó con caída incluida a pesar de la lluvia de críticas, ¿qué opinión le merece?

“A mí no me caía bien. Ella no era muy simpática que digamos, me parecía bella, pero no era nada simpática. Creo que las cosas pasan porque tienen que pasar, y a lo mejor ella se lo buscó”.

Nuevos aires

Con 22 años recién cumplidos –nació un 12 de octubre de 1985–, y fuertemente dedicada a sus estudios de diseño de modas y comunicación social, Ly confiesa que lo único que le falta en su vida es realizarse como madre.

¿Cuándo? No lo sabe, pero de lo que sí está segura es que se casará por la religión cristiana con su novio, para el año próximo.

De esos momentos que jamás olvidará, nos recordó uno. “Cuando una niña se te acerca y te dice ‘Te admiro’, tu dices: ‘¡Wow! ¿por qué?’ Es hermoso, y te das cuenta que eres un modelo a seguir”.

“Estar de este lado (como exreina) da tranquilidad, pero a la vez tristeza. Soy medio egoísta, masoquista. Es que me encanta ese sustico de salir en una pasarela, o de tener una cámara al frente. Da sustico pero gusta, es masoquismo. Si por mí fuera, lo repetiría tres mil veces”.

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Fotos: Cortesía, Dumont y Regalado, y Organización Miss Venezuela /Al Día

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