Pido la palabra
La furia Ana Coralia Fernández
PERIODISTA
paradigma@racsa.co.cr
El agua viene sin a anunciarse y hace de las suyas después que nosotros hicimos de las nuestras.
El agua viene y se lleva las casas, las ilusiones, el pequeño abrigo que prodiga un techo y solo queda el barreal y la angustia empapadita de lágrimas.
“Norte claro, sur oscuro, aguacero, viene seguro…”
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El agua viene en forma de lluvia, de inundación o de huracán y nosotros nos quedamos paralizados. Los pobres quedan más pobres y el silencio es un rey frío y distante que no resuelve las miles de preguntas que nacen después de cada aguacero.
Empieza a llover y ya no es aquella sensación de gratitud sencilla por el invierno esperado. Ahora el corazón se inquieta ante una naturaleza furibunda y herida que ya no quiere esperar o detenerse.
Nos tuvo demasiada paciencia. ¡Fueron tantas las advertencias! Ahora solo nos pasa la factura de una deuda que nunca podremos cancelar.
El agua viene y no se va porque deja huellas de dolor y un recuerdo amargo en cada charquito.
El agua viene y ya no importa lo que encuentre a su paso.
Ella, poderosa e irascible, marcará nuevos surcos en el camino y en las líneas de nuestras manos.
El agua viene y remolinos de basura y de tareas postergadas, nos recuerdan lo vulnerables que somos.
Alguien llora después de la tormenta porque lo ha perdido todo y ya no tiene nada…
¿Estaremos a tiempo de cambiar el curso de las cosas y enmendar tanta infamia en contra del planeta?
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