Miguel Salguero, periodista
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¡Qué frío, por Tatita Dios, hace en el Cedral de Aserrí! En la humilde casita para peones en la finca de Manuel “don Diano” Hidalgo, por la noche el “jielo” se metía por las rendijas.

¿Colchón? No, una estera de hoja de plátano. ¿El camino? Carretero en verano. En Tarbaca, camino a Acosta, se dobla a la derecha para llegar a El Cedral. Moras, sí, también chirrascuasas, un tipo de paloma montaraz; lo otro curioso, y que hoy parece mentira: abundaban los conejos de monte, perseguidos por los campesinos con perro de caza. ¿El motivo? Agregarle carnita a la dieta del arroz y los frijoles o cubases.

Colindaba con la finca de don Diano la de Chuzo González, capitalino, tío de Jorge González Martén, quien se hizo millonario en los Estados Unidos y cambió de ciudadanía.

Al regresar, quiso ser candidato a la presidencia de la República, pero se armó un alboroto por lo de la nacionalidad. Al final, participó como candidato, por primera vez, en 1974, y quedó en tercer lugar.

Luego repitió la experiencia. Otro recuerdo: el escozor tremendo de las hojas de la ortiga, cuando rozaban nuestras piernas con pantalón corto.

En lo Alto de El Cedral queda Caragral.

Desde este lindo lugar, don Nando, nuestro padre, nos llevó a conocer la luz eléctrica. Dormimos en un cuarto pegado a la pulpería de don Diano, en Cinco Esquinas de Aserrí.

Cuando don Nando nos vio ensimismados observando el milagro del bombillo, nos dijo: “Si quieren la dejamos prendida toda la noche, para aprovechar…”. Hay gratos recuerdos. Eso fue antes del asunto de Aracataca.