Roxana Zúñiga Quesada Periodista
ropazu@racsa.co.cr

¡Ah, lotería! ¡Cuántos sueños, ilusiones y esperanzas se incuban en tu nombre!

Este domingo se juega el sorteo navideño e igualmente todos nos entretenemos con la idea de enriquecernos de la noche al día.

Siempre que llega esta época, recuerdo a un excompañero fotógrafo quien nos narraba su fijación: “Si pego el gordo –nos manifestaba medio tataretas–, lo primero que haré es ir a la oficina del director y hacer allí una gracia”. Todos nos reíamos, pero supongo que en el fondo no deseábamos que ganara porque sabíamos que era muy capaz de cumplir su palabra.

El resto de periodistas siempre pugnamos porque el titular principal del periódico, al día siguiente, fuera “El gordo quedó en casa”. Y que la bajada fuera: “Por eso este diario hoy no trae noticias”.

Los más atrevidos visualizaban una edición de martes así: “Masiva renuncia en la redacción. Se buscan periodistas con urgencia”. Claro está que nadie vio nunca la materialización de tales ideas.

Todos los años realizábamos las consabidas “vacas”, que nunca nos dieron ni la patita de un ternero. Éramos el legítimo “saco e’ sal”. La primera idea de la lotería proviene de los italianos. Allí, existía la costumbre de echar a la suerte el nombre de los cinco senadores que debían ocupar ciertas plazas.

Para el sorteo, se metían en una caja cincuenta bolas, cinco de ellas marcadas con las vacantes. El público hacía apuestas sobre los que pudieran ser los agraciados. Y de ahí el origen.

Buena suerte.