Domingo 8 de junio de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Domingo X del Tiempo Ordinario
¡Sígueme!
  • AlDia.cr
    Jesús no mira si somos pecadores o no. Lo esencial es oírlo, romper nuestra atadura y dejar todo para seguirlo. Internet.

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
redaccion@aldia.co.cr

Si hoy tuviéramos que ponerle un nombre al domingo, podríamos llamarlo domingo de la vocación. Pero no es una vocación específica como la sacerdotal, ni siquiera vocación bautismal. Se trata de la llamada radical de Dios a quitarnos de encima las cadenas que nos atan, los grilletes del pecado y aprender a vivir la libertad, la libertad de los hijos de Dios.

Y es que el Señor hoy nos sorprende al llamar a un nuevo personaje, a uno que luego designará su apóstol. Hoy no llama a un obrero, ni a un campesino, ni a un letrado. Llama a uno considerado despreciable por la sociedad hebrea, a un recaudador de impuestos.

Hay que saber que no es un recaudador de impuestos del gobierno judío, porque no existía tal gobierno. Ni siquiera de un recaudador del ofensivo Herodes. Un recaudador de impuestos en esos días recogía monedas para Roma. El sujeto a quien Cristo llama hoy es un publicando, un pecador público, uno que sangra a sus hermanos para enriquecer al César.

Lo llamativo es que Jesús usa para con este sujeto una sola palabra, le dice simplemente “sígueme”. Y lo que más sorprende todavía y es que este personaje, que aparentemente vivía bien, al oír a Jesús de inmediato siente una total ansia de libertad, un legítimo deseo de ser liberado del yugo opresor. Al escuchar la palabra liberadora de Cristo, lo abandona todo y lo sigue.

Esa misma tarde, como si el Señor quisiera ejemplarizar la parábola del hijo pródigo, Jesús asiste a una fiesta en casa de este Mateo, el publicando. Cuántas críticas, cuántos reproches, cuántas insinuaciones inmundas de quienes se sentían superiores al pecador. Pero no dirigen sus ataques hacia el expecador sino hacia Jesús, el que le ha liberado, el que le ha devuelto la dignidad y comparte el pan en su casa.

Pero las sorpresas no se acaban. Jesús escucha y conoce el endurecido corazón de quienes le critican. Por ello ante las protestas de los “puros” exclama con gran fuerza: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos… Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

La enseñanza es luminosa. El Señor proclama su misión: lo suyo es “llamar”.

Él viene a definir y a reafirmar la vocación de cada persona. Asegura que tiene interés en cada corazón, que se desvela por cada uno de nosotros.

A partir de esta premisa, entendemos que él no mira si somos muy pecadores o poco pecadores, si estamos más lejos o menos lejos.

En realidad pecado es pecado y, con el decir de Juan de la Cruz, lo mismo da atarse con un hilo de seda que con una cadena de hierro. Lo esencial es oír a Cristo, romper nuestra atadura y dejarlo todo para seguirlo.

Publicidad
Publicidad
Recomienda esta página a un amig@
Recomienda esta página a un amigo

© 2008. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.