Domingo 8 de junio de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Accidente en el aeropuerto Toncontín de Tegucigalpa
Volvieron a nacer en Honduras
En el avión de TACA viajaban 17 costarricenses. Cuatro de ellos narran a Al Día cómo el percance les cambió la vida
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    El Airbus A-320, al final de la pista del aeropuerto Toncontín. Cinco personas fallecieron y más de 60 resultaron heridas. Archivo
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    Jorge Porras, politólogo de 48 años, viajó a Honduras para dar consultorías a varios bancos en la capital catracha. Está convencido de que Dios tiene un plan para él. Róger Benavides.

Erick Carvajal M.
ecarvajal@aldia.co.cr

Jorge Porras tiene abierta la cortina de la ventana de su cuarto, en el hospital Cima, para no perderse el amanecer. Ahora, las cosas simples y cotidianas las ve con otros ojos.

Él es uno de los 17 ticos que sobrevivieron al accidente del Airbus A-320 de la compañía TACA, ocurrido el viernes de la semana pasada en el aeropuerto Toncontín, en Tegucigalpa, Honduras.

Porras, de 48 años, sufrió una fractura en la rodilla derecha y fue trasladado en avión ambulancia hasta Costa Rica.

El viernes pasado, nos recibió en su cuarto y relató que ese día volvió a nacer.

“Supe que nos íbamos a estrellar. Estaba nublado, pero no tanto. El avión bajó a cierto altura y vimos un caserío.

“El piloto hizo un intento para aterrizar, pero volvió a elevarse y dijo que todo estaba bien”, Recordó Porras, quien viajaba en la fila número seis.

Aplausos

“En el segundo intento, vi que el avión bajó, pero no tocó la pista. Varios minutos después, cayó y empezó a frenar, por lo que la gente aplaudió.

“Sin embargo, íbamos a gran velocidad. Cuando la pista se acabó, me di cuenta de que nos íbamos a estrellar. Pasaron unos segundos y sentimos el impacto.

“Primero, nos fuimos para adelante y nos golpeamos contra la mesa que hay enfrente del asiento. Luego, nos hicimos para atrás y los asientos nos golpearon las piernas.

“Precisamente en la parte donde yo estaba sentado, se partió el avión y se abrió un hueco no muy grande.

“La gente, desde fuera, me gritaba para que me tirara, pero yo no podía pues la altura entre el hueco y el suelo era muy grande.

“Las paredes del avión y las maletas empezaron a caer encima de nosotros.

A mi lado, vi una señora. Estaba herida y confundida; trataba de levantarse, pero no podía.

“Tenía el cinturón puesto. Cuando se lo quitó, pudo salir. Todos bajamos del avión por las puertas de emergencia.

“Yo no podía caminar, porque me fracturé una pierna, por eso me arrastré por el pasillo.

“Cuando llegué a la puerta, me tiré de espaldas sobre el ala.

“Un hombre, que no sé quién es, me tomó del saco, me jaló y me llevó hasta la calle.

“En ningún momento perdí la consciencia. Tengo grabados todos los sonidos, el golpe inicial, cuando el avión se partió, los gritos de la gente y el llanto...

“Un amigo, que me estaba esperando en el aeropuerto, buscó una camilla y me ayudó a subir a una ambulancia; conmigo iban dos personas más.

“Solo pensaba en mi esposa y que debía avisarle antes de que vieran la televisión.

“Una de las personas que estaban ahí, la llamó con su propio celular. Ella, como no sabía nada todavía, me preguntó muy tranquila cómo llegue. Le dijo que el avión se había estrellado, pero que yo estaba vivo.

“Supongo que creyó que le estaba haciendo una broma, pero no era así. Después, no pude hablar más con ella; no podía respirar, había tragado sangre, pero ya estaba tranquilo”.

A Porras le operaron ese mismo viernes en la tarde la pierna derecha.

Al final de esta entrevista, aseguró que volvió a nacer.

Hace seis meses, empezó a sentir la necesidad de acercarse más a Dios. No por una obligación, asegura, sino por una verdadera necesidad.

“Morir no era el plan de Dios, Él tiene un plan para mi vida. Ahora lo que le pido es guía para saber qué es lo que quiere”, aseveró el politólogo.

A las 9:45 a.m., oró por las víctimas

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Marta Castillo, vicepresidenta de la Cámara de Industrias, no tiene miedo de volver a subirse en un avión. Rafael Pacheco

Al cumplirse ocho días desde el accidente en Honduras, Marta Castillo agradeció a Dios con una oración. A las 9:45 a.m. (hora que marcaba el reloj cuando ocurrió la tragedia), inclinó la cabeza para dar gracias por salir con vida del percance y pidió por las personas que murieron en el aeropuerto Toncontín. Después, recordó cómo el perder un vuelo de El Salvador a Honduras, la puso en el 360 de TACA.

“Un día antes del accidente, debíamos tomar un avión para llegar a Honduras, pero nos dejó en El Salvador.

“El siguiente día, salimos hacia el aeropuerto y tomamos el vuelo 360 de TACA, como estaba previsto; es un trayecto corto y todo marchaba con tranquilidad.

“Realmente no supe qué pasó. Cuando el avión aterrizó, la gente aplaudió, pero, de pronto, sentí el golpe en seco.

“Salí del avión por una puerta de emergencia con mi compañero Guillermo Velásquez. “Salimos a la calle y una persona, un buen samaritano, nos recogió y nos dejó en la entrada del aeropuerto.

“Después, me llevaron a una clínica cristiana. Me hicieron placas y me cosieron la herida del ojo”.

En julio vuelve a volar

Por la naturaleza de su trabajo, Castillo, vicepresidenta de la Cámara de Industrias de Costa Rica, viaja mucho.

En julio próximo asistirá a una reunión de la Federación de Cámaras de Industrias de Centroamérica.

¿Siente temor? ¿Volvería a viajar en avión? “Veremos qué pasa, creo que la próxima reunión es en Guatemala, pero no tengo miedo. Ya me monté en una avión para regresar (que la trajo al país después del accidente), así que hay que seguir adelante; la vida continúa y hay que trabajar”, comentó.

“Cuando abrí los ojos, me sentí con vida”

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Velásquez ayudó a otros a salir del avión. En la foto, con sus hijas Karla y Elisa. Juan Ramón Soto

“Faltaba un cuarto para las ocho de la mañana, cuando llegamos al aeropuerto de El Salvador. El vuelo salía a las 8:45 por la puerta 8. Cuando abordé, pude ver a Helio Fallas (exministro de Vivienda) y lo saludé.

Las condiciones del aeropuerto Toncontín y, al parecer un error del piloto, hicieron que aquel avión en que viajaba Guillermo Velásquez, se saliera de la pista en Tegucigalpa. “Mi asiento era el 9B, pero me pasé al de la ventana. Eso fue estratégico porque, antes del accidente, me di cuenta de que ya no había más pista e íbamos a estrellarnos.

“Cuando el avión aterrizó, la gente aplaudió, pero un hondureño nos dijo ‘no, esto no ha terminado’. Debíamos esperar hasta que frenara. Cosa que no iba a suceder. Sentí el bajonazo; el golpe. Pero cuando abrí los ojos me sentí con vida.

“Pude salir, estaba herido, sangraba. A pesar de eso, logré sacar las maletas. “Me topé a varios ancianos y los ayudé a salir. Ellos estaban más confundidos que yo.

“Me encontré con Marta y rezamos a Dios por haber salvado nuestras vidas. Recuerdo, además, que elevamos una plegaria por los que estaban muriendo en ese momento dentro del avión que habíamos dejado atrás”.

“Me tiré y no volví a ver atrás”

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Pablo Villamichel está en la playa. Archivo

Pablo Villamichel llegó a San Salvador un día antes del accidente, el jueves.

Llovía torrencialmente, por lo que, como Marta Castillo, debió quedarse en esa ciudad un día más.

“Al día siguiente, salimos temprano. El vuelo lo sentí normal, muy corto.

“Cuando íbamos bajando, estaba nublado. Hicimos una primera aproximación y, de pronto, el avión se elevó otra vez, pero no mucho, lo que hizo fue volar muy bajo, incluso, se podía ver el aeropuerto. Yo iba en el asiento 15A, sobre el ala.

“Tocamos tierra muy bien, suave, y alguna gente aplaudió. “Sin embargo, el avión todavía llevaba mucha velocidad. Cuando pasamos el aeropuerto, a lo lejos vi una especie de malla.

“Pegamos cuatro brincos y el avión se dejó caer. Sentí un vacío, no recuerdo mucho en este momento, todo era como el silencio.

“Estaba a tres asientos de la salida de emergencias.

“Llegué hasta el tobogán, me tiré y no volví a ver atrás.

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El tico no sufrió heridas de consideración. Archivo

“En el momento, no sentía nada. No sabía dónde estaba. Caminé un poco por la calle y en una empresa, creo que era de tractores, me ayudaron. Me dieron agua y me ofrecieron el teléfono.

“Llamé a mi hermana, quien vive en Honduras y venía a recogerme, y a la gente que quiero, para que supieran que estaba bien.

“Sabía que no me iba a morir. En el momento del accidente, pensé en toda la gente que quiero ver. “Me di cuenta en ese instante que de eso se trata la vida. De estar con la gente que uno quiere.

Villamichel, gerente del Citibank, también le agradece a Dios haberle permitido salir con vida del accidente.

Su experiencia le ha ayudado a sentirse más cerca del pueblo hondureño por la solidaridad, no solo con él, sino también con todas las personas que sufrieron el percance aéreo y recibieron una mano allá. “Me bajé caminando, estaba un poco golpeado, pero con vida. No tengo cómo agradecerle a Dios esta segunda oportunidad”, manifestó este sobreviviente.

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