Hugo Solano
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Heredia - Acompañado por sus dos perros de cacería Kiko y Yoyo, don Carlos Marín nos recibió en su casa en San Joaquín de Flores. Su esposa, Iris y su yerno Jorge, acompañan a su otra hija Arelis, sobreviviente del crimen, en la recuperación, pero en otra casa.
¿Qué ha sido lo más difícil de este duelo?
Además de superar la ausencia de Yerlin, lo más difícil fue la partida de mi nieto, Derek, de seis años que siempre me acompañaba. Se fue a Estados Unidos con el papá y, sin un niño la casa está vacía.
¿Cómo está Arelis?
Ella se recupera muy bien de los disparos recibidos en el cuello y la cadera, pero alejada de todo lo que le recuerde la tragedia. Es una mujer con mucho carácter. Yo la agarro, la beso y no le digo nada, pienso que es una suerte que me haya quedado. No quiero abrumarla, sólo estar con ella.
¿Ha necesitado ayuda psicológica?
Sí, de momento a ella le ha servido mucho. Además sigue con custodia, sin teléfono y aunque siente dolor, eso no le impide mirar hacia el futuro.
¿Qué reacción han tenido los vecinos y amigos?
Ese teléfono no para de sonar. Llaman de Estados Unidos. Su esposo, Jorge se vino de ese país y no se separa de ella.
¿Arelis ya reconoció a los sospechosos?
Desde que estaba en el hospital el OIJ le llevó unas fotos y ella los reconoció. (La Policía informó este viernes que las sobrevivientes del crimen identificaron a los detenidos).
¿Qué dice de esa noche?
Recuerda que cuando entraron en la bomba a echar gasolina ella vio las cámaras y al dependiente, pero como el vidrio era polarizado no podía alertar. Lo trató de hacer cuando vino el altercado con el guarda a la entrada del motel, pero el guarda no lo echó de ver, le faltó malicia.
¿Cuántos iban en el carro?
En ese momento iban los dos tipos y mis dos hijas. Ya habían tirado a Angie en San Francisco.
¿Qué ha sabido de su nieto y su yerno en Estados Unidos?
Todos los días conversamos. Le pregunto si quiere volver y me dice que no, porque su mamá ya no está. Gabriel (padre del niño) me dijo que ambos están con apoyo psicológico. Para venir al funeral, Gabriel lo hizo con un hermano, porque desde que supo la noticia, no para de llorar.
¿Qué sabe de Angie?
No la he visto. Ella también está con custodia. Llamé a la familia y les di el pésame. No la conozco, pero sé que el dolor es el mismo. Quisiera abrazarla, hablarle.
La detención de los sospechosos ¿Le da tranquilidad?
No. Porque no confío en el sistema. Ese crimen se hubiera evitado si el juez no hubiera soltado al sospechoso de apellido Mora, a quien solo pusieron a firmar. Aunque cometió un robo agravado. Con esa medida, el juez lo mandó a hacer lo mismo. En mi caso, no voy a dejar que suelten a esos desgraciados.
¿Han pensado irse del país?
Mi esposa y yo nos vamos a quedar aquí. A Arelis los psicólogos le recomendaron quedarse, mientras sus dos niños terminan las clases.
Fue tras sueño americano para sostener a su esposa e hijas
Amante de la pesca y de “montear” con sus perros en la zona de Laguna Samay, Limón, don Carlos, de 61 años, emigró en los 90 a EE. UU.
Había trabajado como cocinero en sodas de muchas instituciones estatales y privadas y fue en la de industrias Barzuna, donde conoció a su esposa actual, Iris Salazar, oriunda de San Carlos.
“Mejor persona no he podido encontrar” explicó.
Para afrontar una crisis familiar, cruzó sólo el río Bravo y trabajó en EE. UU. como lavaplatos, cocinero, taxista y en construcción. La única vez que le robaron, al tipo le impusieron ocho años de cárcel, explicó. Se estableció en Staten Island con su familia.
Doña Iris cuidaba niños y tanto Yerlin, como Arelis, estudiaban y trabajaban en sodas, para salir adelante. Recuerda que le tocó ver la caída de las Torres Gemelas.
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