Leonel Jiménez
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Va a cerrar el campeonato de Invierno en su etapa de clasificación y de nuevo el defensa rojinegro Carlos Castro echa mano a la billetera de la Liga, para condicionar su permanencia en este club.

La dirigencia liguista se para fuerte y señala que no hay más dinero.

Además les preocupa que el jugador no se sienta bien en ningún lugar.

Si la conducta económica del defensa alajuelense no es acorde con el bloque que se ha formado en el grupo de futbolistas, lo mejor que puede ocurrir es la salida del equipo.

Es la segunda vez que la Liga prácticamente lo recoge cuando no tenía mayores opciones y le da el estatus y la vitrina que necesitaba.

Decir que no jugaría con Saprissa ni por un millón de dólares, porque es muy liguista, es una manifestación absurda e impensada.

Carlos es un jugador que ya dejó los 30 años atrás.

Segundo, en el club morado hay una renovación de futbolistas de su propia cantera y no creemos que en este equipo se haya siquiera pensado en él, aún y cuando los morados tienen debilidades en ese sector.

Se habla de Turquía como una nueva estación del lateral izquierdo. Si esto no ocurre podría terminar como muchos, en un cementerio de elefantes, o uno de esos jugadores que nadie echará de menos.

Todo futbolista tiene derecho a nuevas aspiraciones económicas cuando se las ha ganado con creces, y no debe sentirse reo o prisionero de sus propias decisiones. Castro pudo haberse convertido en un líder indiscutible dentro y fuera del campo, pero no entiende lo que representa el corazón manudo.