Esteban Cuvardic
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Puerto Príncipe . - Hubo muchas camisas rojas en el estadio de Haití, porque esos eran los colores del equipo anfitrión. Por eso fue realmente difícil distinguir a los pocos seguidores costarricenses que apoyaron a la “Sele”.

Eran apenas seis en todo el recinto, acompañados por un pequeño grupo de dominicanos. A las 9.30 p.m. del miércoles los encontramos en el restaurante del hotel “El Rancho”, compartiendo una amena conversación.

Uno de ellos es Carlos Weeden, quien trabaja para la empresa “Coca Cola” y está afincado en República Dominicana, pero viaja con frecuencia a Haití.

Él dijo que fue todo un gusto ver a la “Sele”, aunque fue sincero al decir que Costa Rica se vio “trabada” frente a un equipo de Haití que jugó mejor de lo previsto.

“El cuadro local jugó con mucho orgullo, quería darle una alegría a un pueblo que ha padecido por los huracanes en las últimas semanas. Costa Rica no jugó bonito, pero fue efectiva. Por eso no hay nada que criticarle a la Tricolor”.

Carlos le pone ritmo al asunto cuando dice: “La música socca, la cual pusieron a todo volumen en el estadio, es una locura. Soy un fan de ella, desde que vivía en Trinidad y Tobago, donde la socca está aún más arraigada que en Haití”, dice Carlos, quien tiene 31 años y junto a su colega Henry Molina llevó dos banderas de Costa Rica al estadio.

“Así nos sentimos más cerca de la Tricolor”.

De seguro se les erizó la piel al escuchar el Himno Nacional. De seguro recordaron su país. Vieron a la “Sele” con la pasión y la razón y disfrutaron el 3-1.

Al final se perdieron entre todas las camisetas rojas de los haitianos. La diferencia iba por dentro. Habían seis aficionados que llevaban por dentro el gusto de haber visto a su selección ganar. Habían seis aficionados lejos de su tierra, pero a la vez muy cerca.