Sábado 13 de septiembre de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Primera fila
Agitar la bandera

Jorge Arroyo, escritor
redaccion@aldia.co.cr

Desde hace varios años no tenemos Bandera Nacional.

Aunque mañana a las 6 de la tarde cantemos el Himno Nacional, aunque haya veladas en las escuelas, aunque aplaudamos la antorcha, nos quedamos sin bandera, que es como quedarse sin país.

Aquel respetable pedazo de tela, monumento de la patria que no debía tocar el suelo al lucirse en un asta, se esfumó. Dejó de existir el día en que un niño, frente al pendón blanco, rojo y azul, gritó: ¡Miren: la bandera de la Sele! Claro, el niño lo que conoce es la tricolor tratada como un chuica en los partidos. Hasta la usan como capa de superhéroe y para taparse de la lluvia en el estadio.

Este mes aparecen banderas “de la Sele” en las casas y en las escuelas. También adornan los carros y los edificios públicos.

Aunque se valora poco su simbolismo nacionalista, el sentido de pertenencia no se ha perdido.

Los costarricenses reconocemos que es la representación de algo que nos resulta querido, que sentimos nuestro; sea el deporte o la nacionalidad. Para usar un término futbolero, no sé si tenemos más o menos garra cuando unimos el valor emocional de la bandera a los sentimientos que nos mueve la Selección Nacional, pero en ambos casos hay una identificación comunitaria.

Sin embargo, pensemos que en muchos pueblos hubo valientes hombres y mujeres que dieron la vida por su bandera.

¿Cuántos lo haríamos aquí, si nuestro pabellón se viera amenazado?

Cuando no agitemos la bandera al rugido de un gol, saquemos el rato para pensarlo.

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