Franklin Arroyo González
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Carlos tomó ¢2 y se fue a buscar a su padre, Gerardo, a un lugar del cual nunca había escuchado. Compró cigarrillos, para que no le pasara nada, por recomendación de su madre, y partió, con apenas 12 años, hacia la isla de San Lucas, donde, finalmente, conoció al papá.
Esto sucedió hace 28 años, en Puntarenas, en la famosa penitenciaría llamada por su preso más ilustre, José León Sánchez, “La isla de los hombres solos”.
Sánchez pasó 19 años en ella (1950-1969) por robarse las joyas de la Virgen de los Ángeles y asesinar al guarda de la basílica, delitos que nunca fueron probados. En 1999, la justicia lo absolvió.
Escribió el libro estando en prisión y se convirtió en uno de los escritores latinoamericanos más reconocidos.
Es hacia la isla donde Carlos conoció a su padre, que nos dirigimos en una rústica panga.
Los recuerdos brotan, a falta de otra cosa qué hacer, en esos 20 minutos por el mar. Es la única forma de llegar, por ¢50 mil o más.
Muchos tiran la toalla cuando ven la embarcación, como lo hizo nuestro chofer, Guillermo. “Que Dios los acompañe”, me dijo, y se negó a encaramarse a la canoa.
Pericos y cocos
La isla de San Lucas guarda muchas similitudes con aquel terrible pasado.
Sigue siendo de los “hombres solos”, pues no vimos ni un alma en ella.
El abandono de la vieja penitenciaría es evidente. Aún están en pie la capilla, el dispensario y algunas celdas.
Se observan grafitis de mujeres desnudas, de Pelé, de Óscar Arias.
Se observan los restos de las casas donde habitaban los presos de confianza.
Allí está, firme a pesar del paso del tiempo, el disco, el espeluznante hueco en el centro de un planché que servía de patio, donde iba a parar el malportado.
Sánchez estuvo cuatro años allí, y solo veía un rayo de sol por un minúsculo hueco.
También constatamos el verdor y la exquisitez del paisaje; vimos pericos y mantarrayas y oímos monos aulladores.
Sentimos el olor atrapado en los aposentos –como cuando uno está en un establo–, la podredumbre de la infraestructura y la invasión de los murciélagos en las celdas.
Aun así, podría llegar a ser un lugar para el turismo, pero una acción de inconstitucionalidad tiene frenado el proyecto que pretende otorgar 25 hectáreas – incluidas las zonas donde estuvo la cárcel, el muelle y la franja que conduce a playa Cocos– en un complejo para que los costarricenses aprecien el valor histórico de la isla.
Según Luis Quirós, director del Área de Conservación del Pacífico Central (Acopac), la administración pasaría a manos de la Municipalidad de Puntarenas.
Ellos están dispuestos a colaborar con la Municipalidad, que contaría con el apoyo del Instituto Costarricense de Turismo (ICT).
“Queremos colaborar pero nuestra labor es vigilar que no se desarrollen proyectos que no estén acordes con el lugar, como complejos hoteleros por ejemplo”, explicó Quirós.
El complejo restituiría el muelle y las instalaciones de la antigua penitenciaría, con la capilla y el dispensario médico incluidos, aseguró el ministro del Turismo, Carlos Ricardo Benavides.
“Es una obligación del Gobierno recuperar el patrimonio histórico pero hay personas a las que les parece bien que se caigan a pedazos las estructuras. No estamos de brazos cruzados, ya encargamos a hacer los índices de fragilidad ambiental, requisitos para desarrollar el plan maestro”, indicó Benavides.
No habrá hoteles, asegura el Ministro, pero mientras la ley resuelve, San Lucas será “la isla del abandono”.
Joyita
Isla de San Lucas
Provincia: Puntarenas
Extensión: 476 hectáreas.
Reserva Biológica: en el 2001, según decreto 29277.
Flora: Pochote, mangle, aspavel, vainillos.
Fauna: Garrobo, cerdos de monte, venados, monos aulladores.
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