Miguel Salguero, periodista
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¡Y dele con los viejos oficios! Pero es que siempre nos ha dado la ventolera de recordar el pasado, ¡idiay!

Por ejemplo, el oficio de partera era fundamental en todos los pueblos. Porque en esos años a nadie del campo se le ocurría acudir a un hospital. Entonces, con un poco de agua caliente, unos trapos y la asistencia, por lo general de una vecina o del marido, la criatura llegaba a este mundo.

Aunque en ocasiones, por la mala posición del niño o la niña, corría el riesgo de morir la madre o su hijo. Todavía hay parteras, pero una cantidad ínfima.

Un personaje que desapareció es el de agente vendedor. Se trataba de un empleado que se iba por esos caminos de Dios, en tren, a caballo, en lancha, o en lo que fuere, con el objeto de visitar comerciantes, aún en los lugares más lejanos, para ofrecer mercaderías de almacenes o fábricas y tomar los pedidos para que después se le enviaran.

Hoy, claro que existen los agentes vendedores pero ¡qué gracia! Andan en camiones y llevan la mercadería para entregarla de inmediato.

En aquellos tiempos, el agente vendedor pasaba las del hilo azul – expresión que usábamos pero nunca supe el origen–; o sea, que dormían en cualquier parte, comían lo que Dios les deparaba y, por lo general, la manía de dar bromas a todo el mundo era una característica digamos que consustancial.

Las costureras casi han desaparecido. Siempre nos llamó la atención aquel rótulo que decía: “Se reciben costuras”. Pero lo que se recibía era la tela para hacerle la costura. Tan original como el otro: “Se necesita empleado que duerma en el trabajo…”.

Así, hasta yo.