Esteban Rojas Sáurez
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La tinta se empezó a mezclar con la sangre. La fina aguja deja delgados cortes a su paso sobre la piel y crea la forma a un árbol sin hojas iluminado por la luna llena.

Son las 4 p.m. del jueves y el calor es insoportable en la tienda Tribal’s Tattoo, en el Mall San Pedro. Allí, Lou trabaja en el nuevo tatuaje de Patricia Rojas, de 27 años, vecina de Montes de Oca.

Ella es morena, delgada; tiene el cabello largo y negro. Patricia se recuesta sobre la camilla que tiene Lou en su estudio para tatuar. Acostada sobre el costado izquierdo de su cuerpo, escucha con cuidado el sonido que produce la máquina que inyectará la tinta bajo su piel.

“Cada vez que se oye la máquina es porque se va acercando a la piel. A mí me gustan los diseños misteriosos”, comenta la muchacha mientras mastica un chicle para olvidarse del dolor que le provocan los diminutos cortes.

Ella ya conoce esa sensación porque sin querer, deja ver el otro tatuaje que tiene en la parte baja de la espalda. Es la imagen de una mujer y tiene otro en su antebrazo.

“Entre las mujeres hay preferencia por las hadas, las estrellas o las mariposas y hay especial predilección por los nombres.

Los varones en cambio, buscan los diseños tribales”, afirma Diego Gaviria, administrador del local.

Lester González, tiene más de 5 años de ser tatuador y asegura que las mujeres soportan mejor el dolor. “Ellas se quejan menos; son mucho más valientes”, afirma.

Por el local desfilan personas de todas las edades en busca de un diseño que se adapte a lo que están buscando.

“En los últimos meses llegan muchas personas mayores de 50 años a hacerse tatuajes. Esto demuestra que el tabú acerca de este tipo de arte en el cuerpo se está rompiendo”, comenta González.

En Tribal’s el precio mínimo por un tatuaje es de ¢15.000. El costo depende del tamaño, de la complejidad del diseño y de los colores que incluya. Los grabados grandes se cobran en sesiones de ¢50.000.

“Antes, la gente relacionaba los tatuajes con los delincuentes, pero ya ese mito se rompió”, señala Lester mientras revisa papeles y artes.

A sus 30 años, tiene los brazos completamente tatuados, diseños en sus cejas, aros en las orejas y varios dibujos en la cara.

Para algunas personas los tatuajes son una obra artística, pero presentan riesgos que podrían afectar la salud.

La ministra de Salud, María Luisa Ávila, explicó que uno de los principales peligros es que la herida se infecte o que las herramientas no estén debidamente esterilizadas y por eso se introduzcan bacterias en el cuerpo.

Los tatuajes siempre pueden representar un riesgo, por ejemplo, si los instrumentos no están desinfectados, podrían ser un medio de transmisión de virus como la hepatitis B, la C, el citomegalovirus o el VIH, afirmó.

Además, si después de realizarse el tatuaje, una persona quiere donar sangre, debe esperar un año para hacerlo.

La directora del Banco de Sangre, Erna Meléndez, comentó que se da este periodo para darle tiempo al organismo de presentar algún síntoma en caso de que haya sido infectado a través del tatuaje y pueda detectarse en el laboratorio.

Un retrato

Con foto en mano y segura de lo que quiere, Leticia Artavia, de 36 años y vecina de Curridabat, llega a Tribal’s a sacar cita.

“Vengo a preguntar cuánto cuesta que me tatúen un retrato de la cara de una niña que es como mi hija”, dice con seguridad, aunque confiesa que a su familia no le gustan los tatuajes.

“A mí me gusta mostrarlo. Tengo que venir el martes en la tarde para que me hagan el trabajo. La verdad no duele tanto como algunos dicen”, comentó.

La vida de Moisés Garay, instructor de Muay Thai (arte marcial), se caracteriza por valores como el honor, la disciplina y el coraje.

“A los 40 años me hice el más importante, el que tengo en la espalda. Es la cristalización de mi filosofía y forma de vivir. Es un tatuaje que yo inventé, no hay otro igual. Es un diseño mío y significa mucho porque muestra las tres plataformas de mi vida”.

El diseño está compuesto de una calavera, tres clavos, dos rosas y una leyenda: honor, disciplina y coraje. Los clavos representan cada frase; la calavera es la muerte y las dos rosas simbolizan las personas más importantes para mí: mi esposa y mi hijo”.

Para Garay los tatuajes son una voz silenciosa que transmite un mensaje a quien lo observa. “Cuando uno se hace un tatuaje, quiere expresarle algo al mundo. Las palabras sobran”, comenta el deportista.

La enredadera que luce Caro Dumani al lado derecho de su torso, se mueve al ritmo del “belly dance”.

Caro, de 24 años, es instructora de este tipo de danza en nuestro país y también en los Estados Unidos.

“Los tatuajes se ven lindos y son como una parte de los trajes que usamos”, comenta mientras conversa con su esposo Jorge Dengo.

Ella tiene varios: dos en la espalda, otros en sus piernas y el de las costillas. El primero se lo hizo a los 15 años sin permiso de sus padres.

Afirma que la mayoría se los hizo en el último año.

“Me los hago porque van muy relacionados con lo que está pasando en mi vida en este momento. Entre la mayoría de las bailarinas de “belly dance” es muy común lucir tatuajes variados.

Para Dumani, algunos de estos diseños son como obras de arte que se llevan en la piel.

Su esposo, el abogado Jorge Dengo, tiene dos.

“Para mí el tatuaje significa la liberación del estilo de vida que generalmente llevo como abogado y también va muy ligado a la parte artística de mi esposa”, comenta Jorge quien además es amante de la fotografía.

Dengo señala que toma con mucha seriedad su trabajo y que le fascina lo que hace, pero que al salir de la oficina le gusta conectarse con el arte.