Christian Campos, corresponsal
Rodolfo Martín
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Liberia, Guanacaste. - El martes 11 de agosto ingresaron 322 turistas al Parque Nacional Rincón de La Vieja pero solo salieron 321. El que ese día recibió el tiquete número 45, de manos del guardaparques Humberto López, aún no ha salido y desde la semana anterior se le busca intensamente.
Esta es la dramática historia del psicólogo estadounidense David Gimelfarb, un joven de 28 años que arribó al país el 9 de agosto y que permanecía hospedado en el hotel Hacienda Guachipelín, en las faldas del coloso.
En el operativo de búsqueda participan más de 40 efectivos de la Fuerza Pública, patrullas de la Cruz Roja especializadas en montaña y todos los guardaparques de la zona.
Además, se cuenta con el refuerzo de 15 soldados del ejército de los Estados Unidos, apoyados con dos helicópteros “Black Hawk” y una pareja de rescatistas ingleses en un tercer helicóptero.
Ayer, al anochecer, todos regresaron al centro de mando con idéntico resultado: nada.
“Es un caso complejo, porque no hay ningún indicio que nos conduzca hacia el joven”, explicó Carlos Gutiérrez, de la Cruz Roja y coordinador de la acción en las faldas del volcán.
Esas pistas podrían ser “alguna prenda de Gimelfarb, ramas quebradas o botellas plásticas pero... no tenemos nada”, agregó.
Aún hay esperanza de hallarlo con vida porque, por ahora, “no hay ni ha habido sobrevuelo de zopilotes que nos haga pensar que haya algún cuerpo en descomposición”, mencionó el capitán Armando Herrera, piloto del helicóptero de la empresa Aerodiva, contratado para el rastreo.
Los expertos han “peinado” todos aquellos sitios a los que una persona extraviada pudiera haber llegado.
Los soldados estadounidenses, destacados en la base militar de Soto Cano en Honduras, al sur de San Pedro Sula, estarán aquí hasta el miércoles brindando su apoyo a Roma y Luda Gimelfarb, los padres de David.
Ambos se mantienen en la base de operaciones desde la semana anterior
Ella se levanta cuando aún no ha amanecido y camina hacia el punto de partida de las patrullas. Los encomienda a Dios para que regresen sanos; y si es con su hijo, mucho mejor.
“Nunca pensé que la gente de Costa Rica fuera tan buena. Veo a tantas personas que no había conocido tan identificadas y preocupadas por hallar a mi hijo que no tengo cómo pagarles”, dijo.
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