Miguel Salguero
Periodista
Quien tenía “mano multada” no podía darse el lujo de dar trompadas sin exponerse a que el agente de policía lo arrestara de inmediato y le impusiera una multa, aunque no hubiese tocado al contrincante.
¿Por qué? Porque “el de mano multada” pegaba con tal fuerza que ponía a dormir a cualquiera.
Pero, por lo general, las peleas pueblerinas no faltaban con motivo de un “turno”, de un casorio o simplemente de unas copas de más.
Encuentros boxísticos cimarrones abundaban, especialmente los domingos, cuando grupos de un pueblo iban al pueblo vecino, encabezados por “El Coco”. Este era como aquel turrialbeño que, descalzo y sin haberse subido jamás a un cuadrilátero, noqueó al campeón de España de paso en San José rumbo a una pelea en Chile.
Al no haber ningún peso pesado en el país, alguien se acordó del hombrón de Turrialba y, entonces, el grupo, encabezado por Jorge Arguedas Truque, armó un “ring” en el Parque Morazán y se lo echaron al gran campeón.
Pero resulta que a nuestro campesino no le gustó el baile del español, y en un dos por tres, lo mandó a la lona, la cual le sirvió de almohada.
Los “piques” entre los pueblos terminaron y con estos las peleas, mecos o pescozones. También desapareció el “agente prencipal de polecía”, tipo Baldomero Mora. Sin embargo, esos pleitos no necesariamente se hacían por enemistad; simplemente no había más entretenimiento que el guaro, los billares o los partidos de fútbol. En estos, si ganaban los visitantes, por lo general volvían a sus pueblos con más de un ojo a la funerala.
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