Rodolfo Martín
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“Nadie puede controlar un terremoto”, expresó Ron Earyes, pensionado estadounidense de 62 años quien, junto con otras 17 personas, visitaba por primera vez nuestro país para ver “la naturaleza tica y el trópico húmedo”.

Esa misma naturaleza fue la que le jugó una mala pasada porque, del grupo, ninguno había vivido un terremoto.

“Este es un viaje que vengo planeando desde hace muchos años y sobreviví a un terremoto”, comentó con amabilidad este ingeniero, padre de dos hijas.

Ninguno suspenderá el recorrido. Viajarán a Corcovado, Manuel Antonio, Monteverde y Flamingo, donde no quieren volver a toparse con un terremoto.

Earyes dijo sentirse agradecido y complacido con los costarricenses a quienes calificó como “very nice people”.

13 estudiantes de Indiana que vinieron tres semanas mediante un programa de intercambio, reflejaban en sus rostros cansancio por una noche interminable y aderezada de réplicas.

“Esto no lo olvidaremos jamás”, expresó Steve Kraus, mientras, a pie y dentro del barro, subía y bajaba ascensos entre los potreros.

Un grupo de aficionados a los cuadraciclos se convirtieron en “taxistas” que se preocuparon por ayudar a salir, especialmente, a las mujeres y a los niños.