Franklin Arroyo González
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Fraijanes, Alajuela. “No me quedó nada, todo está destruido y mi chiquita no está conmigo”.

Así habla, sin consuelo, María Esther Picado, madre de Ana María Rodríguez Picado, quien murió aplastada en el precario La Esperanza, en Fraijanes de Sabanilla de Alajuela.

La muchacha, de 14 años, era una persona tranquila y prefería estudiar en vez de salir, según Julio Cabrera, vecino de la familia.

La Esperanza es una trocha de unos 800 metros, entre dos paredones de tierra.

“Es un milagro que solo ella muriera. Si ocurre en la noche, es una tragedia”, añadió Cabrera.

El hombre contó que muchos pobladores estaban cogiendo café en el momento del terremoto, no en sus casas.

Salió, regresó y sin casa

“Una iglesia cristiana va a cubrir los gastos del funeral. De eso ya no me preocupo”, añadió la madre, quien se mostraba muy serena, pese a lo ocurrido.

“Solo estoy esperando que me devuelvan el cuerpo, que podría ser hoy por la tarde (ayer). Si es así, la velo en la noche y la entierro mañana (hoy)”.

Picado tiene siete hijos más, de los cuales cuatro viven con ella. “Fui a hacer un mandado. Cuando regresé, miré la casa y no estaba; pensé lo peor”, mencionó.

En Laguna de Fraijanes, 228 personas durmieron en la plaza en improvisados albergues.

Allí existen necesidades de alimentos, leche, agua, ropa. Los vecinos, quienes aún tienen casa, temen regresar.

“Desde que tembló, no entro. Me da miedo, todo quedó tirado, el tele, el trastero. Hasta que la Comisión Nacional de Emergencia no me diga que es seguro, no voy a entrar”, dijo Xiomara Ortega.