Domingo 15 de febrero de 2009, San José, Costa Rica
Nacionales | VI domingo del Tiempo Ordinario
El leproso deberá ir gritando “Impuro, impuro”
  • AlDia.cr
    Así como Jesús salvó al leproso, también nos sana y nos extiende su mano y nos abraza. Internet.

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
redaccion@aldia.co.cr

Durante mucho tiempo, la humanidad vivió aterrorizada por la lepra. El texto de la liturgia de hoy, nos hace ver cómo, al problema de la enfermedad se unían otros dos elementos: la dificultad del diagnóstico y no saber cómo se contagiaba.

Por ello, para proteger a la gente, la ley determinó que cualquier erupción de la piel se tuviera por lepra y que la persona señalada fuera excluida de la comunidad, debiendo anunciar su mal por las calles.

Con esa carga se acerca a Jesús el leproso del Evangelio, para plantear su ruego. El enfermo algo que nos impresiona: “Si quieres, puedes limpiarme”. No plantea obligación, ni hace presión, solo ruega por la compasión de Jesús. Y, qué cosa, el Señor, no sólo le atiende, sino que, además, realiza sobre él unos gestos que para muchos son inaceptables: le extiende la mano y, cosa terrible, lo toca.

El signo de la curación del leproso habla de la compasión universal de Jesús. Porque él no viene a sanar solo a personas individuales, sino que viene a todos los seres humanos, caídos por el pecado, y que vivimos en sombra de muerte, los excluidos de la vida, para anunciarnos que él es quien nos reincorpora, nos da esa urgente nueva oportunidad. Sólo nos pide a cambio creer en él y aceptar su regalo: una salud que sobrepasa lo físico y llega a lo eterno.

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