Carlos Freer, cineasta
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El domingo 21, además del Día del Padre, fue el Día de San Luis Gonzaga, santo patrón del colegio más antiguo del país.

No sé ahora, pero en los años cincuenta el Día de San Luis era de rompe y rasga. Todo empezaba con una misa en el patio del colegio. Allí, se lucían el afinado y bien ensayado coro y, desde luego, don Alejandro Aguilar Machado, así como don Fernando Runnebaum, quien hilaba sesudos discursos acerca del significado y valor del San Luis en la historia patria.

Luego, el interminable desfile, encabezado por ciclistas y motociclistas, a los que seguía el cuerpo de jinetes, integrado entre otros por los hermanos Alcides, Franco y Carlos Gutiérrez. Tras este, las abanderadas, las bastoneras, los estandartes, la bien atildada lira, seguida por sonoros clarines, redoblantes, ecos y bombos.

Enseguida, un distinguido cuerpo de profesores y luego varios pelotones de alumnos y de alumnas que marchaban con orgullosa elegancia. Después, los colegios invitados, que en ocasiones eran muchos y muy lucidos.

Terminado el desfile, no faltaba un buen partido de fútbol en la plaza Yglesias, donde se lucieron, según la oportunidad, Goñi, los Alvarado, Carboni, Corrales, Pelirrojo Córdoba, Rodolfo Madriz, Leonel Hernández, Walter y “ Cabicho” Elizondo. Por la tarde, el infaltable baile, que llenaba por completo la pista del gimnasio con mambos, chachachás y merengues.