Honduras/AFP.- “Fue una cosa horrible, no se la deseo a nadie. Doy gracias a Dios que puedo ver nuevamente los ojos de mi hijo”, comentó ayer Suyapa Bernales, de 35 años, tras el terremoto de 7,1 grados que la víspera dejó seis muertos y decenas de heridos.

Frente a ella están las huellas visibles del movimiento: al puente La Democracia se le cayó la mitad de la estructura y enormes grietas se dibujan en el asfalto cerca de El Progreso, una de las localidades más castigadas.

Muchos ciudadanos, entre ellos el presidente Manuel Zelaya, atribuyen a un milagro que la intensidad del terremoto no haya causado una catástrofe peor. Ello se debió, según los expertos, a que la oscilación de las placas Caribe y Norteamericana fue horizontal y no vertical.

El sismo, con epicentro a 63 kilómetros de la isla de Roatán, paraíso de buceadores y turistas, despertó a los hondureños y a muchos de sus vecinos de Guatemala, Belice, El Salvador y Nicaragua, a las 2:24 a.m. del jueves.

“Mi hermano estaba abriendo la puerta cuando le cayó la losa encima, a mí me alcanzó. Me quedé atrapado y entre los bomberos y los vecinos me sacaron”, relató Reynaldo Maldonado (18), quien perdió a su hermano al derrumbarse su casa.

También han quedado reducidas a escombros 57 casas y otras 65 sufrieron daños, así como tres puentes, 14 escuelas, cuatro hospitales, dos hoteles, una iglesia y siete parques industriales, según la Comisión de Contingencias.

El movimientos telúrico afectó a 16 de los 18 departamentos de Honduras (con una población de 7,5 millones de habitantes) y los mayores daños se registraron en el valle de Sula, el más productivo del país y donde está la capital.

Aracely Vásquez (35) manifestó, por su parte, que se despertó por un ruido en el zinc, entonces, salió corriendo con su hijo cuando las paredes empezaron a caer.