Heredia soñó, vibró, creyó, abarrotó. Despertó en una noche de pesadilla. Liberia lo despertó en un gran juego.
El sueño se inició temprano con un estadio a reventar, entradas agotadas desde días atrás y solo unas cuantas en manos de revendedores: ¡¢12 mil!, ¡¢13 mil! ¿Quién da más por aquellas que costaron ¢6.000?
La pesadilla haría a más de uno arrepentirse: “Yo pagué ¢15 mil para esto”, lamentaba una joven herediana. Aún faltaban 31 minutos de juego, pero ya Liberia Mía iba ganando 0-2.
El sueño había tenido luces de colores en el cielo, un juego de pólvora antes del partido. La pesadilla oscureció la final, ningún florense miró hacia arriba, unos tiraron las banderas, otros rasgaron camisetas.
La pesadilla vino de a poco, con la salida en velocidad de Liberia: contraataque, penal, gol de Umaña, estocada de Cheves apenas dos minutos después y por si faltaba la lápida, el tanto de Sirias, con clase.
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