Milton Montenegro, enviado
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Washington, EE.UU. “Quiero llorar”, decía Rolando Fonseca, con la voz entrecortada y conteniendo las lágrimas. Sus palabras podían ser las de cualquiera: las de Eduardo Li, las de Marín, las del aficionado tico que fue al estadio, las de usted, amigo lector.

Mientras Fonseca se aguantaba, creyendo transmitir fortaleza a sus compañeros, Marín se secaba las lágrimas con la camisa, el “Mambo” Núñez no podía contenerlas, como muchos otros, y el presidente de la Federación me repetía: “no puede ser, no puede ser”, como preámbulo de una queja: “El árbitro (Archundia) dio más tiempo”.

-¿Qué opina...? -intentamos preguntarle para dar inicio a la entrevista-. “Ahorita no puedo”.

Buscaba explicaciones difíciles de encontrar. ¿Hay que buscarlas en los tres juegos de descalabro después de haber sido líderes? El 4-0 en Honduras, el 3-0 ante México en el Saprissa y el 1-0, también de último minuto en El Salvador. ¿O hay que buscarlas en la incapacidad de ayer para sostener un 2-0 bien logrado, sorpresivo, merecido?

¿Es culpa de la incapacidad para sostener la pelota? ¿Por qué no pudo Centeno poner la pausa? ¿Por qué Herrera se dejó robar la pelota cuando estábamos al ataque, a falta de menos de un minuto? ¿Por qué marcamos tan mal en ese tiro de esquina de último minuto? Qué digo: ¡De último segundo! ¿Por qué Keylor Navas -de gigantescos paradones en el juego- en esa jugada intentó salir a puñetear como lo venía haciendo y se arrepintió a medio camino?

¿Por qué nos tenían encerrados si estábamos con un hombre más desde el minuto 85, cuando Oguchi se lesionó y Estados Unidos estaba sin cambios?

Y pensar que nos sentimos en el Mundial, cuando Bryan Ruiz sacó lo mejor de su repertorio y en un par de minutos se llevó al defensor del AC Milán (el mismo Oguchi), se la metió entre las piernas a Tim Howard y luego se la clavó al ángulo.

Jamás tuvo tanto sentido el “¡Sí se puede! ¡Sí se puede!” de los ticos que en Washington hicieron sentir al equipo como en casa.

Sudáfrica estaba tan cerca y tan lejos a la vez; 67 minutos por jugarse eran pocos, pero también demasiados para jugar a aguantar, con el corazón hecho un puño. Aguantamos y aguantamos, sufrimos, rezamos, contamos los segundos, caímos en una pesadilla en el último segundo. Imperdonable.

Posiciones

Los once ticos

Keylor Navas.

Keylor Navas Nos salvó en varias. Se quedó a medio camino en el gol.

Cristian Montero Mucho corazón, en ocasiones más de la cuenta.

Luis Marin. Puso coraje, pero en el uno contra uno se vio muy mal.

Dennis Marshall. Si algo bueno queda, es su aparición en la zaga.

Esteban Sirias. No fue el Sirias que se suma al ataque una y otra vez.

Pablo Herrera.

Pablo Herrera. ¡Cómo perdiste esa bola cuando el partido terminaba!

Randall Azofeifa. Bien parado, pero como toda la Sele, no tuvo la bola.

M. Barrantes. A nivel. Pero tampoco es un hombre para poner pausa.

Wálter Centeno. Solo, no pudo poner la pausa ni enfriar el juego.

Bryan Ruiz. El que vemos en los golazos del Twente. Salió golpeado.

A. Saborío. Luchador, esta vez no tuvo ninguna opción. No es su culpa.