Julio Peña, corresponsal GN
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Santa Cruz - El temor se palpa en los vecinos de la pequeña y humilde comunidad de Huacas, a 40 kilómetros del centro de la ciudad folclórica, luego de trascender la noticia sobre la liberación de un hombre que estuvo 5 meses secuestrado en una casa de la zona.
Se trata de Alberto Gómez Calderón, de 40 años, liberado el miércoles pasado, después de la entrega de una propiedad que hizo la familia como pago.
El lugar del secuestro es una finca con casas de lujo, esparcidas en la montaña, cuya entrada se ubica a 800 metros del cruce sobre la carretera que comunica con playa Tamarindo.
Los vecinos más cercanos, una familia de nicaragüenses que vive al frente de la entrada a la finca, afirmaron no haber visto, durante todo ese tiempo, ningún movimiento extraño, ya que es frecuente el ingreso de vehículos de lujo a la zona.
El pueblo es pequeño, de casas de madera descolorida, la escuela al frente de la plaza y más allá la estructura abandonada de la iglesia católica que, según los vecinos, no terminan de construir por falta de dinero.
En una esquina, tres hombres conversan, mientras que una decena de flacos zaguates toman el sol tendidos en las calles ayunas de pavimento.
Para los lugareños, la noticia del secuestro es el tema principal de conversación.
El Organismo de Investigación Judicial (OIJ) está tras la pista de otros cinco sospechosos, entre ellos un colombiano que huyó tras disparar contra la policía en Pavas.
Ayer, en la tarde, la Fiscalía presentó a los únicos dos detenidos ante el Juzgado de Turno para definir las medidas. Los cinco sospechosos permanecen en fuga.
El empresario liberado es casado y tiene una hija.
El secuestro del empresario ocurrió la noche del 15 de abril en un bar de Santa Ana. Sus dos guardaespaldas fueron liberados el mismo día.
Sitio idóneo
Florencio López, vecino.
Es el resultado del abandono en que nos tienen las autoridades, como no hay policías, los maleantes llegan”.
Gabriel Jaén, vecino.
Estamos asustados.Tanto tiempo estuvo ese hombre cerca, y todo porque acá la seguridad no existe”.
Marlon González, vecino.
“Somos campesinos y estamos asustados porque esto se está poniendo feo. Nadie controla quien llega y quien sale”.
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