Mauricio Astorga

En una tensa y emocionante tarde de Zurich, esta semana la FIFA eligió a Rusia y a Qatar como las sedes de los Mundiales de 2018 y 2022, respectivamente.

“El fútbol pertenece a todo el mundo”, dijo el legendario Zinedine Zidane para defender la candidatura de Qatar.

Y parece que ese fue el sentimiento que prevaleció en la escogencia de estas sedes.

Europa del Este y Medio Oriente por fin tendrán su Mundial, algo impensable hasta hace unos años.

Este es el legado de Joseph Blatter, llevar el fútbol a donde nunca antes había estado, a lugares insospechados, universalizándolo cada vez más.

Lo de Rusia es una muy agradable sorpresa y, si logran hacer una Copa del Mundo tan emotiva como la Olimpiada de Moscú 80, estaremos ante uno de los mejores mundiales de la historia.

En el caso de Qatar, debemos esperar lo que dice su eslogan: “espera lo inesperado”.

La organización de los qataríes ha sido impecable. En el Mundial de Sudáfrica, era impresionante la publicidad desplegada en los estadios y aeropuertos para fortalecer la imagen de su candidatura.

Incluso prometen que harán estadios con aire acondicionado para combatir el calor de su país y que después desmantelarán varios de estos escenarios y los regalarán a países que los necesiten en el resto del mundo. ¡Ojalá que le regalen uno de esos al “Puerto”!

Claro que todavía falta mucho para esto, por ahora Brasil es la meta, adonde esperamos ver llegar a nuestra Selección.