Ana Coralia
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Estaba quitando unas ramas de bambú seco de mi jardín con unas tijeras podadoras.
El bambú es fuerte pero flexible y cuando sus ramas se secan, son quebradizas y frágiles.
Cualquiera diría que con unas afiladas tijeras de acero no hay ningún problema para cortarlas.
Pero ocurrió que al intentar cortar una que parecía ya muerta, a pesar de la fuerza que imprimí a las tijeras, cuando quise partir el palillo, una de las hojas de la herramienta saltó por los aires al quebrarse y la rama quedó allí muy cómoda adonde la naturaleza había decidido que naciera.
Entonces establezco una analogía entre la anécdota y lo que ocurre cuando por la fuerza intentamos imponer una intención, una idea, un capricho.
Y también pasa que aquello que parece débil, indefenso, impávido, de pronto es robusto, poderoso, impenetrable.
Así como la naturaleza no deja de dar lecciones sabias, las personas, los pueblos, los países también son susceptibles de sorpresas.
Y cuidado con los espejismos: no vayamos a creer que por filosas y agudas, las hojas de las tijeras podrán contra todo y todos. Ni se piense que por pacífico, hermoso y estar sembrado a la tierra, el bambú, es una rama indefensa y vulnerable.
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