Antonio Alfaro
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Estimada señora: parir nunca sería tan organizado.

Pensando en su bienestar, la presencia del mejor personal médico y el efectivo manejo de recursos, pronto podría entrar en rigor el plan: Partos en horarios de oficina, de lunes a viernes, de 8 a.m. a 5 p.m.

De paso, hasta su bebé se vería beneficiado, con predisposición a la vida en sociedad, marcada por los horarios de oficina para la atención al cliente.

Si el “Efecto Mozart” funciona, estimulando al niño en el vientre con la música clásica, porqué no el “parto institucional”.

Previo entrenamiento para su puesta en práctica, no se le ocurra empezar los pujidos a 2:55 p.m. y mucho menos un viernes.

Exagero un poco quizás (solo quizás), motivado por la reciente experiencia de una compañera embarazada. Primeriza, decidida a inscribirse en el curso de preparación para el parto, llamó a la clínica, con tan poco tacto de hacerlo un viernes, cuando algunos trabajadores con la vista en el reloj, tienen mejor porte que Usain Bolt a punto de correr los 100 metros. ¡En sus marcas! ¡Listos!

-Llame el lunes. La persona encargada trabaja de 8 a.m. a 3 p.m.

-Pero son las 2:55 p.m. -respondió la futura madre-.

-En su reloj, porque en el de aquí son las 3 p.m. y la secretaria ya se fue-.

¡Qué exactitud! ¿Por qué no implementamos un prohibido parir domingos?