Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr

Nos quedan 17 días para la gran fecha. El 7 de febrero, la flor electoral se abrirá en el país y su aroma se esparcirá de frontera a frontera y de costa a costa.

Ha sido una designación diferente. Mucho frío en las cobijas políticas; escaso entusiasmo y abundante indiferencia.

Un día de estos cavilaba y me preguntaba ¿cómo describirán los historiadores este proceso eleccionario dentro de 100 años?

Un compañero de labores –Fernando Mora– me dio su graciosa versión: “como el más malo, en busca del menos malo".

La campaña ha sido gris, sin salero ni algarabía.

Del desteñido baúl de mis recuerdos recupero imágenes de otras contiendas y aún resuenan los ecos de cientos de carros pitando por las calles al ritmo de “no hay con quién, no hay con quién…”.

Rememoro las banderas en los techos y las aglomeraciones en las calles y esquinas, cada quien con los símbolos de sus partidos. ¿Y los chistes? ¿Dónde están los cuentos que tanta risa socarrona provocaban? ¿Y los apodos y las críticas?

Esa alegría popular se evaporó al calor de la desilusión y el amargo sabor de la corrupción entre algunos políticos y ciertos partidos.

Es una gran fiesta, pero los invitados están aburridos y sin ganas de bailar.

El esfuerzo del TSE para activarla fueron insuficientes. Falta una pastilla electoral que reviva la pasión.