Edgar Fonseca
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Bajo trasnochadas sensiblerías patrioteras, han saltado en las últimas horas algunas voces a rasgarse sus vestiduras porque se incrementa la intervención de fuerzas militares estadounidenses en el patrullaje de nuestros mares para combatir las mafias del narcotráfico internacional.

Le reclaman a la Presidenta Chinchilla haber sido muy condescendiente con los norteamericanos al profundizar en cantidad y calidad la persecución de esas bandas criminales en la zona marítima patrimonial.

A su decir, Costa Rica será la nueva Bagdad o la Kabul del hemisferio.

Y… de esta patria amada, desde el volcán Arenal hasta el mercado Borbón, no quedará nada, “sin ser ocupado”, en horas, por las tropas yanquis.

Y que, a las vísperas de “tanto atropello”, doña Laura debe echar a todo “marine” que se le atraviese.

Ignoran, o se hacen los rusos, tan doctas figuras de la embestida de los carteles colombianos y mexicanos sobre el país. De su rastro de corrupción y muerte.

Ignoran, como lo sostienen con claridad las autoridades estadounidenses, que este patrullaje, esta cooperación que recibe el país desde 1999 es crítica ante la vulnerabilidad de nuestros mares y puertos, ante la ausencia de cuerpos profesionales élites, debidamente entrenados.

Que es esencial para contener, en parte, la operación arrolladora de temidas organizaciones delictivas que penetran y usan a su antojo nuestro territorio desde Punta Burica hasta Peñas Blancas.

El Gobierno no debe caer en la trampa que se le tiende.

Ante la amenaza que para la seguridad nacional representan las acciones de estas mafias, incrementar el patrullaje conjunto con la armada estadounidense no solo es necesario es indispensable.