Carlos Láscarez S.
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El niño de siete años y medio que el lunes pasado accionó el revólver de su padre en Siquirres, tras tomarlo del cajón donde lo guardaba, falleció ayer a las 9:30 a.m. en el Hospital Nacional de Niños, informó Rodolfo Hernández, director del centro médico.

El especialista indicó que la muerte obedeció al severo daño de tejido cerebral ocasionado por el impacto del proyectil que se alojó en el cráneo.

“Todo descuido que conduzca a la muerte de un menor debe ser tratado igual que una agresión física, sexual o negligencia. La bala no se tocó porque sacarla requería una cirugía que lesionaría el cerebro”, indicó Hernández.

Desde el día en que ingresó hasta ayer, el menor nunca mejoró. El hecho de que presentara sus pupilas dilatadas indicaba que tenía una lesión grave e irreversible en el cerebro.

Sobre este caso, Jorge Rojas, director del OIJ, indicó que van a investigar de dónde salió el arma y cómo tuvo acceso a ésta.

Rojas señaló que las pistolas tienen que estar bajo estricta custodia y que estos casos ocurren por el descuido de los adultos.

“Los niños baleados pertenecen a historias que nunca debieron ocurrir. Si uno piensa que no le va a pasar, está perdiendo. Pensamos que las tragedias son para el vecino y que nunca ocurrirán en nuestras casas. Esa arma nunca debió de haber estado cargada y a la mano”, expresó el médico.

En la última década, ya suman seis los menores fallecidos producto de impactos de armas de fuego. Esta muerte es la primera de un menor en lo que va del año, aunque además se registran otros tres niños heridos de bala.