Mauricio Astorga, actor
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Johannesburgo. La semana pasada tuve la maravillosa experiencia de ir de safari al Parque Nacional Pilanesberg.

Al entrar en la reserva tuve una extraña sensación al pensar que estaba penetrando territorio salvaje.

Esta vez no sería como las veces anteriores que había visto animales salvajes, con los barrotes de una jaula entre ellos y yo. Afortunadamente esta vez no estaban en cautiverio. Ahora los vería en libertad.

De alguna manera es inevitable sentirse por un momento como carnada. Es sobrecogedor saber que si uno se baja del carro en el que se recorre la sabana, corre un serio peligro de ser devorado.

Pero ver a los leones, las jirafas o las cebras en su hábitat es algo emocionante.

A lo mejor uno de los momentos más mágicos fue cuando descubrimos entre unos árboles a una mamá elefante con su cría.

Dentro del carro todos nos emocionamos, nadie paraba de hablar, el alboroto era tremendo. Sin embargo, los árboles nos impedían verlos bien.

En ese momento, los elefantes salieron de los árboles y decidieron cruzar el camino justo al frente de nuestro carro.

Fue entonces cuando se hizo el silencio. La hermosura de ver dos elefantes caminar en total libertad a unos metros de uno es una experiencia casi mística.

Es como si el tiempo se hubiera detenido para que pudiéramos admirar la grandeza de Dios y la naturaleza.

Me hizo tomar conciencia de la responsabilidad del hombre.