Lunes 4 de octubre de 2010, San José, Costa Rica
Nacionales | Pido la palabra
Bitácora fiscal

Ana Coralia Fernández

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paradigma@racsa.co.cr

¡Es increíble! Mientras alisto el paquete de facturas para el duro ejercicio de la declaración tributaria, empiezo a repasar en cada recibo, en cada compra, en cada tiquete de comida, los momentos y circunstancias que me llevaron a aquel “gasto”.

El café de la última vez que vi a mi hermano, el almuerzo para celebrar un cumpleaños, la compra de la batita para celebrar un nacimiento, las flores que llevé a la tumba de mamá el Día de la Madre, el té de hierbas para tranquilizar a mi hija, mis pastillas para aliviar las jaquecas, el regalo especialísimo para un amigo que se va, el combustible para dirigirme a mis tareas y a mis sueños, las pijamas que me acompañan en mis horas más oscuras, los cuidados veterinarios para mis adoradas mascotas, mi premio personal de una buena dotación de chocolates amargos que me como a solas, como si los hubiese robado, el gran presupuesto en libros -mis cómplices favoritos para sobrevivir- y miles de cosas que se adquieren como herramientas o como caprichos, pero que marcan un momento y dejan una huella, una foto instantánea, de la vida del ultimo año entre setiembre y octubre.

Jamás imaginarían en Tributación Directa, que con una grapa clasifico y ordeno cientos de minutos y días que también han cobrado su “voucher” en el alma.

Porque en esta vida, “no hay almuerzo gratis” y cada cosa que echemos en el carrito de cada día, cobra su impuesto de entrada o de salida.

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