Edgar Fonseca
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¿Y qué hay de los pacifistas? ¿Los ambientalistas? ¿Los ecologistas?
¿De las turbas universitarias? ¿Las federaciones estudiantiles? ¿Las ONGs de pasarela?
No chistan. Callan.
La convención mundial Ramsar de preservación de recursos naturales acaba de emitir su informe sobre la devastación que tropas invasoras de Nicaragua consuman en el humedal del Caribe Norte tico y no se escucha ni una sola voz de protesta, de denuncia, de enfrentamiento a este atropello, a esta arbitrariedad que perpetra con alevosía el régimen de Ortega.
225 hectáreas arrasadas en isla Calero, territorio limítrofe costarricense.
En riesgo el equilibrio ecológico de ese diminuto pero simbólico tramo, hábitat de una infinidad de especies protegidas.
¿Qué se hicieron aquellos que vociferaron solazados con el fallo de Crucitas? ¿Qué es esa moral de doble cara la de todas estas gentes?
Silencio cómplice con los invasores, con los agresores de la soberanía del país, con los depredadores ambientales.
Tan dispuestos muchos de ellos a desatar el caos en las calles por razones ramplonas, pueriles pero ante una afrenta mayúscula a la soberanía y a la dignidad se “hacen los rusos”. Se agazapan.
Por sus frutos los conoceréis… Callan, también, frente a la “limpieza étnica” laboral que empezó, esta semana, el régimen de La Habana, bajo extrema unción.
500 mil trabajadores del elefante estatal castrista van para la calle, quieran o no.
Pero no hay sindicato, aquí, mucho menos allá; ni solidaridad gremial que valga.
Todos cómplices del “holocausto” laboral del siglo.
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