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Miles de personas se encuentran en albergues, a causa de las fuertes lluvias, que los dejaron sin casa. EFE.
Teresópolis, Brasil / AP.- Historias de horror, de viviendas arrastradas por muros de tierra y agua en las poblaciones de montaña al norte de Río de Janeiro, relataban ayer los sobrevivientes que incluso excavaron con las manos para alcanzar a personas atrapadas.
Por lo menos 482 personas murieron en tres poblaciones del estado de Río y 50 siguen desaparecidas. Defensa Civil informó que hubo 208 muertos en Teresópolis, 216 en Nova Friburgo, 39 en Petrópolis y 19 en Sumidouro, por lo que las morgues no dan abasto y algunos cadáveres fueron cubiertos y tendidos en las aceras.
“Parecíamos zombis cubiertos de barro, cavando en la oscuridad”, dijo Geisa Carvalho acerca de los minutos que siguieron a los aludes, alrededor de las 3 de la mañana en Teresópolis.
A ella y su madre, Vania Ramos, las despertó un tremendo rugido cuando toneladas de tierra se deslizaron sobre su vecindario. No había luz, pero el resplandor de los relámpagos les permitió ver un torrente de barro y agua que pasaba a metros de su casa, así como los restos de otras viviendas arrastradas.
Carvalho y Ramos salieron corriendo de su casa segundos después del torrente y, junto con sus vecinos del barrio Caleme, se pusieron a cavar con las manos y algunos palos en busca de personas. Hallaron a una familia enterrada, pero al bebé de otro vecino, con todo y cuna, lo arrastró el agua.
Dramático
Una mujer se sujeta a una cuerda y lucha contra las aguas: esta escena, que pasó repetidamente en las televisoras de Brasil, ilustra el drama de centenares de personas.
“Pensé que iba a morir”, fueron las palabras de Ilair Pereira de Souza, de 53 años, milagrosamente salvada por vecinos que le lanzaron una cuerda con la que atravesó la furia de un río.
Ilair estaba refugiada con su perro sobre su casa en Sao Jose do Vale do Rio Preto. “Pensé que la terraza resistiría a la fuerza del agua, pero parecía de cartón”, contó. Sus vecinos, desde una casa más alta, le lanzaron una cuerda mientras la residencia de Ilair iba deshaciéndose.
Ella sujetaba a su pequeño perro Beethoven con un brazo, pero agarrada a la cuerda, desapareció bajo el agua y volvió a aparecer, pero sin el animal. “Si lo hubiera intentado ayudar, yo hubiera muerto. El pobre, se quedó mirándome con su mirada triste y fue llevado por las aguas”, agregó la afortunada mujer.
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