Erick Carvajal, enviado
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En una esquina del populoso barrio El Chorrillo en Panamá, me siento con un plato de pescado frito y patacones, mientras el “peligroso” barrio pasa un día más en una ciudad que trata de olvidarlo.
En esa esquina, donde disfruto de uno de los pescados más ricos que he comido en mi vida, está la casa donde nació el ídolo panameño Roberto “Mano de Piedra” Durán.
En esa misma esquina, probablemente, fue víctima, algún panameño, del bombardeo de los estadounidenses el 20 de diciembre de 1989, en la llamada Invasión a Panamá.
Mientras grandes edificios se elevan en zonas como Punta Paitilla, y se abren inmensos centros comerciales, El Chorrillo sigue olvidado.
Detrás de esa esquina, se encontraba el cuartel general, del que fuera el “hombre fuerte” de Panamá.
“Las luces de vengala”, como dice Rubén Blades, en su canción “20 de diciembre”, cayeron sin compasión sobre el cuartel, pero también sobre la barriada, la más humilde y la más indefensa en esos momentos.
¿Cuántos murieron? No lo sé. Pero la herida aquí sigue abierta.
Ya casi termino el pescado. El sol de mediodía cae fuerte sobre estos edificios, llamados “monoblocks”, donde la ropa se tiende en los balcones y la vida se vive entre la delincuencia y las drogas.
Panamá vive una explosión de progreso desde hace al menos cinco años. Hay mucho dinero, construcciones, bancos y centros comerciales, pero, ¿quién estará progresando?
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