Algo tiene que pasar en este país.No es posible que sea cegada la vida de un joven ciclista, deportista, que sale a hacer ejercicios junto a un grupo de amigos y no pase nada. La muerte insensata del ciclista John Mauricio Castro, ingeniero industrial de 24 años, en la flor de su vida, mientras regresaba a su casa, tras hacer práctica de ciclismo, hoy hace 8 días, en las rutas montañosas entre Cartago y Patarrá, Desamparados, llena, una vez más, de drama y dolor a una familia entera, de desconsuelo a sus amigos y de estupor a nuestra sociedad. A la vuelta de la esquina acecha el hampa, sobre todo las acciones de jóvenes consumidos en las drogas, quienes sin el menor reparo, amenazan, asaltan y matan.
Síntoma ineludible de descomposición social. Efecto de una pérdida gradual, a veces pareciera vertiginosa, de los valores de amor al hermano, a la vida y de temor a las leyes. Obras irracionales, muchas veces, de muchachos que nos encontramos a diario deambulando por las calles capitalinas y de otras ciudades, extraviados, a la espera de la menor oportunidad para ejecutar sus acciones de bandolerismo, que si solo fuera el robo de un artículo o prenda personal, no tendría mucho precio, pero cuando en esos instantes está de por medio la vida e integridad de las personas, como lo percibimos y palpamos en estos tiempos, ahí el fenómeno se torna de mucha mayor gravedad.
No debería ser nuestra sociedad testigo de este tipo de hechos. Debería haber más respeto por la vida y por la ley. Pero si el deterioro de valores personales, individuales o familiares, anda acelerado, al Estado le corresponde hacer respetar el ordenamiento e impedir que bandas, como las que atacaron al grupo de jóvenes ciclistas, anden por la libre. Los tribunales tienen su cuota de responsabilidad por la permisividad con que sueltan a delincuentes habituales.
Y una responsabilidad particular le cabe a la presente administración que, a las puertas de su primer año de gobierno, anda aún a tientas en el combate de la inseguridad. La promesa de fijar prioridad en el ataque a esta lacra social sigue siendo percibida en el vacío.
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