Hugo Solano
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En momentos en que se disputa una batalla campal contra el hampa en Limón y el país espera en La Haya medidas cautelares que fomenten la retirada de tropas nicaragüenses ante la invasión de ese país a isla Calero, dialogamos con el Ministro de Seguridad sobre los primeros nueve meses de su gestión.
En su despacho, que está frente al Centro Comercial del Sur, en barrio Córdoba, nos recibió, optimista con los resultados de algunas estadísticas de seguridad que denotan disminución en asaltos y el robo de carros y casas. Pese a la cantidad de crímenes, el año pasado, se frenó la tendencia al alta.
¿Qué ha sido lo más difícil?
Enfrentar la situación con Nicaragua y la diversidad de posiciones que hay. Estar entre el fuego de los guerreristas y los ultrapacifistas. Para estos últimos estoy armando un ejército y quiero jugar de General y para los otros, no fue capaz de sostener la Fuerza Pública en Isla Calero.
¿Qué riesgos había?
Cuando llegan a Calero los 33 policías, nadie disputaba la soberanía. Había una draga cuyo ducto tiraba sedimentos a nuestro país y la misión era retirarlo. al llegar ya no estaba. Nadie objetó nuestra presencia policial ahí ese 22 de octubre y no habían atisbos de que Nicaragua iba a desconocer nuestra soberanía. Todo hacía ver que el problema estaba resuelto y delante del ejército de Nicaragua se desplegó la bandera nacional. Decidimos mantener vigilancia aérea para evitar que la pequeña guarnición que podíamos dejar ahí fuera atacada de noche y que el ejército nicaragüense ametrallara con nuestras armas la draga y nos pusieran luego como un país agresor. Nueve días después, ellos nos invadieron.
¿Sostiene que actuamos bien?
Sí. Cuando se tienen cargos de responsabilidad política, de enorme trascendencia, como el que tengo yo, un error o una actitud patriotera podría generar dos mil huérfanos y viudas en el país, destrucción de propiedades privadas y del Estado, en fin, los horrores de una guerra. En esto no se puede jugar a los soldaditos.
¿Lo de Calero ha desviado la atención del Ministerio?
Nos ha obligado a disponer de recursos para reforzar la vigilancia de la frontera, pero en ningún momento eso impide cumplir las acciones del plan estratégico institucional, pese a ser una dificultad que ningún ministro de seguridad en los últimos 20 años ha tenido que afrontar.
Pero la inseguridad sigue como el principal problema.
Al asumir, nos encontramos una policía escasa, mal equipada, mal uniformada, mal armada, sin carros ni motos y mal albergada. De 825 delegaciones, 200 fueron declaradas inhabitables por el Ministerio de Salud y solo el 12 por ciento estaba en condiciones aceptables. Han sido 60 años de abandono.
¿Sin embargo, una parte del presupuesto no se ejecutó?
De los ¢16 mil millones que no se ejecutaron, nueve mil eran de compra de chalecos, botas y armas que no pudieron ser pagadas en el 2010, porque no fueron entregadas en el ese año por razones ajenas al Ministerio, ya que se apeló ante la Contraloría. Esos bienes comenzaron a llegar este mes y ya se distribuyen. El resto del presupuesto es de partidas para circunstancias especiales, como incapacidades e imponderables, que no pueden prevenirse.
¿Ante la falta de recursos se vislumbra ayuda foránea?
La Unión Europea nos ha dicho que la crisis mundial afecta y el mensaje es que no podemos esperar mucho. Por ejemplo, estamos tratando de comprar helicópteros a Francia y lo único que nos ofrecen es la capacitación técnica gratuita para su manejo.
¿Qué se puede hacer?
Para mí nunca la generación de recursos frescos fue el plan A. Mi prioridad siempre ha sido optimizar los recursos.
¿Lo ha logrado?
Sí. Nadie puede negar que hay mayor presencia policial en las calles. Los retenes generaron una baja del 22,5 por ciento en el robo de vehículos. El fallo de la Sala IV nos cambió la naturaleza de los retenes y ahora no pueden ser preventivos, solo represivos.
¿Se llegó a las diez comunidades más difíciles?
Si. De mayo a enero pasamos de 12 a 32 policías en Guararí, de 95 a 138 en distrito Merced, de 12 a 49 en León XIII y este mes van 50 más para Limón, entre otros.
Es polémica la llamada que le hizo el exministro Rodrigo Arias y su llamada a la fiscal Emilia Navas. ¿Fue un error?
No considero un error haber consultado a Emilia Navas. Lo que hice fue evitar, al menos eso creí, un contacto entre don Rodrigo y el fiscal general. Don Rodrigo me llamó, creo que un sábado y me dijo que si tenía el número de Jorge Chavarría, le pregunté ¿para qué? y me dijo que le llegó una notificación y no sabía qué era. Consideré que eso lo podía averiguar sin necesidad de molestar al fiscal, entonces llamé a Emilia con quien tenía cierta amistad desde cuando yo era fiscal general.
¿Qué piensa de la división de poderes?
Creo en eso fervientemente y más de mil alumnos que he tenido en todos los países donde he sido profesor pueden dar fe de eso. No he traicionado mis principios, creí que de esa manera le evitaba una situación incómoda al fiscal a quien debo respeto, sobre todo por haber sido mi viceministro. Fui víctima de circunstancias fortuitas.
¿Lo volvería a hacer?
Tal vez pensaría más en el riesgo de que se malinterpretara mi actuación, porque he sido víctima de una interpretación equivocada o maliciosa de esa llamada. Emilia Navas es mi mejor testigo.
¿Cómo ve a Limón?
Fue lo primero que se nos descompuso en forma tan visible y es para nosotros prioridad. La batalla por Limón es la batalla de Costa Rica contra el hampa. Vamos a disputarle la plaza al crimen organizado.
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