Ana Coralia Fernández, periodista
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Allí, en el viejo cuartel de Alajuela que seguramente lo vio pasar corriendo, jalando bolsas de mandados o apurado para devolverle el cinco al santico al que le había pedido prestado, Carlos Luis Fallas está vivito.
En el auditorio del Museo Juan Santamaría, se presenta desde hace dos fines de semana y por última vez el próximo, una obra y un homenaje que no traiciona su nombre, ni al hombre que la inspiró: Calufa vive.
Entre humor fino y pícaro, como el de los manudos, con la sencillez de una mesita de palo, que es como la que el escritor usó para plasmar sus obras inmortales, como Marcos Ramírez, Mi Madrina, Gentes y Gentecillas y El Taller, entre muchas más, usted podrá disfrutar de un encuentro, cara a cara, con la pluma de Carlos Luis y con la forma en que Juan Madrigal, el director, Rodolfo González, el cuentero, y Wilson Arroyo, el cantautor, cabezas de una producción muy interesante, proponen un acercamiento inolvidable.
Si ya conoce a Calufa, vaya. Le darán unas ganas tremendas de salir corriendo a buscar sus libros olorosos a tiempo a la vieja biblioteca y sentarse como hace rato no lo hacía a repasar historias que él escribió.
Si no lo conoce aún, vaya. Tendrá un impulso imparable de recorrer las calles de Alajuela, de comer mango, de saludar a los Ramírez, de coser zapatos, de conocer a Cachamba, de partir un árbol como lo hacía Calero y sobre todo de no olvidar nunca más sus raíces.
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