Nos damos lujos extraños en este país.
Concluida en su fase fundamental la reparación del hundimiento en el kilómetro 47 de la pista a Caldera, ahora todos los ticos somos expertos en carreteras y pedimos la revisión de planos, diseño y licitación de esa vía. En ese tanto, sostiene más de un “experto”, no se debe permitir la reapertura del paso. Sentido común señores, por favor.
Si la concesionaria cumple con el trabajo exigido, pues háganle un favor a los conductores que a diario necesitan de esta vía para movilizarse al Norte, al Pacífico, al Sur y en sentido contrario.
No terminamos de entender a estos eruditos en materia vial que han saltado como abejones de mayo y que cargados con su ponzoña política, se limitan a pedir imposibles a estas horas con una ruta que vio la luz tras 40 años de rezago.
Fue durante la anterior administración que se ordenó acelerar los trabajos finales. Para muchos la obra no debió ser recibida en las condiciones en que fue inaugurada, pero tras su apertura, el usuario nota a granel la diferencia, aprecia la reducción de tiempos y desearía que la obra no hubiese sido tan estrecha ni con taludes tan peligrosos.
El martirio de la vieja ruta de Cambronero, las seis o más horas para llegar de San José a Liberia o las nueve que antes tomaba ir de San José a Palmar Norte, se han visto pulverizadas por la apertura de esta vía que, unida a la Costanera sur, y a la Interamericana Norte constituye una arteria clave de desahogo vehicular.
Que el Estado mantenga el dedo en la llaga de las omisiones y de los trabajos que debe dejar nítidos Autopistas del Sol, hasta que todos sintamos que se justifica cada colón de los miles que se nos cobran a diario por peajes al transitar por esa vía.
Que se garantice permanente mantenimiento, estabilización y desaparición de los tramos de aludes más riesgosos.
Pero que en el tanto no haya una necesidad imperiosa, no se caiga en el fácil expediente de que esta pista hay que cerrarla cada vez que alguien amaneció de malas.
Si así hubiese ocurrido, no estaría abierta la carretera Guápiles-San José, vía en extremo peligrosa, construida y acabada por la obra pública, pero aún sin estabilizarse del todo tras 30 años de servicio y esencial para el desarrollo del país. Con Caldera, se necesita un poquito de sentido común.
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