Deportes
Martes 4 de octubre de 2011, Costa Rica
Pasión por el deporte

Mario Valverde, su esposa Maribel y los tres hijos clasificaron para La Raza}

Una familia derribando pines

Rodolfo Martín

rmartin@aldia.co.cr

Acababa de cumplir 21 años.

Estaba recién casado cuando un día, un cuñado suyo llegó con un hermano, y le propuso acompañarlos al Boliche Dent, en San Pedro de Montes de Oca, a tirar unas bolas.

Al llegar, al administrador le faltaba un equipo para completar el torneo que estaba por comenzar y los invitó a inscribirse.

El cuñado y el hermano aceptaron y él entró de colado sin conocer nada del deporte. Es más, era la primera vez que ponía un pie en el lugar.

Era setiembre de 1979.

Hoy, 32 años más tarde, Mario Valverde Alpízar no sólo aprendió a jugar boliche, sino que, a lo largo de las últimas tres décadas, destaca por ser un competidor de élite dentro del circuito latinoamericano.

Ese 1979, con su esposa Maribel Morales embarazada de su hijo mayor Mario, asistió a la I edición del Torneo Internacional de La Raza, como público. La actividad lo hechizó para siempre.

Al año siguiente participó en el torneo de selección y logró clasificar, como también lo ha hecho para las siguientes 32 ediciones.

Mario, el inamovible vecino de Barrio Córdoba, donde en sus tiempos de juventud fue conocido cariñosamente como “Aguas”, llega a esta nueva versión con la etiqueta de favorito, y la gran ilusión de convertirse en el primer tico en ganar este prestigioso torneo continental cuatro veces.

El bolichista, un empresario dedicado al transporte público, obtuvo el primer lugar en los años 1984, 1985 y 2006.

Además, conserva en su récord el impresionante registro de 15 juegos perfectos –el sueño de todo bolichista–, uno de ellos en un torneo de La Raza.

Llegan los refuerzos

“La idea de dejar el boliche competitivo o, incluso, el retiro total, es algo sobre lo cual he pensado varias veces”, reconoció.

Cuando esto ha surgido, curiosamente, ha sido cuando alguno de sus hijos lo ha buscado para que lo ayude en sus inicios como bolichista.

Los muchachos –Mario, Andrés y Jocelyn– nacieron y crecieron en el ambiente del boliche.

El mantenerse al lado de ellos le ha permitido continuar en su tradicional búsqueda de las últimas técnicas de entrenamiento, mejorar sus promedios y estar actualizado con la tecnología del momento en bolas, otros implementos y aceitados de pistas.

Además, de los hijos también se integró a la competencia su esposa Maribel, que “por supuesto también tiene lo suyo”.

Mario ha tenido que enfrentarse a los hijos, “una situación embarazoza porque nadie quiere ganar para no afectar al otro”.

En la casa, alrededor de la mesa del comedor, el tema de conversación al final, irremediablemente, termina siendo, por una u otra razón, el boliche, actividad a la cual ha ido a parar los ingresos de la familia.

Mario, el mayor de los hijos, recordó que de adolescente le molestaba que sus compañeros de equipo le dijeran que jugaba mal por sentir la presión de papá a su lado, y “era todo lo contrario, quería estar a la par suya”.

Andrés supo que sería bolichista después de alegrarse cuando su padre obtuvo una medalla de bronce en unos Juegos Panamericanos.