Nacionales
Domingo 1 de abril de 2012, Costa Rica

De hoy

Evangelio

Álvaro Sáenz, presbítero

asaenz@liturgo.org

El Domingo de Ramos tiene doble sabor: dulce: la entrada de Cristo en Jerusalén y amargo, el Señor muere por nosotros.

Y oímos dos evangelios. Para la procesión un texto breve sobre el acontecimiento. Luego, ya en la Iglesia, la celebración continúa, pero ahora es dolorosa.

San Marcos empieza con la confabulación de los judíos. Y plantea dos cenas. Una en la que una mujer unge los pies de Jesús con perfume. La otra, es la de Pascua con sus apóstoles, eucarística y anuncio de la definitiva alianza de Dios con su pueblo.

Luego Jesús va al huerto. Allí orará sobre el “cáliz” que debe beber. Los soldados, guiados por Judas, apresan al Señor y todos le abandonan.

Lo juzgan, pero el Sanedrín no se pone de acuerdo sobre la acusación, y Jesús les facilita las cosas: asegura ser el Hijo del Dios bendito. Mientras Pedro le niega, los judíos lo llevan ante Pilato para que lo condene a muerte. Entonces es azotado, coronado de espinas y será crucificado.

Desde la cruz, el Señor sigue anunciado el reino. En sus palabras “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, se ve cómo asume la salvación de la humanidad. Y tras un fuerte grito, expirará.

Y “el velo del templo se rasgó en dos”, es decir, este sacrificio reabre el diálogo de Dios con la humanidad.

La sepultura concluye la vida de Jesús y nos prepara para encontrarnos con él, resucitado. El triunfo de Dios será el triunfo del hombre. Nos salva el Dios hecho carne.