Nada da tantas esperanzas e ilusiones como las reformas anunciadas en el fútbol nacional y nada desilusiona tanto como su incumplimiento, una vez puestas en práctica.
Pero, no solo el fútbol muestra esta doble cara. Otras actividades, más importantes, presentan incoherencias porque no hemos aprendido aún a ser un país de leyes.
No podemos quedar indiferentes ante la noticia de este periódico del jueves pasado sobre la decisión de la Fedefútbol de revisar los estatutos de la Primera División para establecer normas claras.
Distingamos. Bien está promulgar normas claras. Si no hay claridad, imperan la confusión y los intereses particulares, pero debe partirse, de la decisión de cumplir, de poner en práctica lo aprobado.
Ahora bien, este cometido moral y legal solo se alcanzará si, de parte de los dirigentes, reina la voluntad de ser fieles a la palabra empeñada. En este sentido, el proyecto de reformas presenta un reto: su amplitud y el fondo de las reformas, lo cual quiere decir que toca diversos intereses creados o puede suscitar, la tentación del acomodamiento entre diversos grupos.
De aquí se desprende la necesidad de un liderazgo de cumplimiento y de saber oponerse a quienes pretendan escoger la vía de su propia comodidad.
El orden que se espera imponer toca temas sensibles, como las personerías jurídicas de los clubes y la no morosidad del Estado, sobre todo en cuanto a la seguridad social.
La fecha límite será el 31 de diciembre próximo. El incumplimiento supone automáticamente la guillotina.
Ojalá sea verdad tanta belleza, pues sin orden interno no hay calidad que valga en las competencias internas e internacionales y reina el estancamiento.
Celso suma cinco tantos con el AIK
“Paté” dirá adiós el 20 de julio
“Sabo”, el jugador de la semana
Noquearon a los ticos en La Sabana
Duelo de poder en el montículo
“Sin la “bici” sería una máquina”
Con elogios aplaudieron a Federer
César corre para tener a su familia en Londrés