Fallido récord de hamburguesas

Antonio Alfaro

Enviado a Londres

Estaba a punto de romperlo, a un par de combos, tantos como nunca antes en una semana, cuando de repente una casualidad lo impidió.

Hasta entonces se habían cumplido los pronósticos: en los Juegos Olímpicos los “combos” de hamburguesa, papas fritas y gaseosa se adueñan del podio, haciendo el uno-dos con medallas de oro y plata. ¡Y hasta de bronce!

McDonald’s, patrocinador oficial, mandó su carga pesada, con enormes restaurantes en el Parque Olímpico. La tiene fácil con los espectadores y aún más con los periodistas. Comen a deshoras, andan en carreras, sin tiempo para sentarse con tenedor y cuchillo en mano.

El gran restaurante a 50 metros del Centro de Prensa impone nuevas marcas cada día y en todas las disciplinas: papas fritas sin obstáculos, 50 metros desayuno, triatlón (desayuno-almuerzo-cena). Por gusto o urgencia de los comunicadores, la comida rápida, aquí parece más rápida. Y el precio termina de hacer el cierre: en una Inglaterra cara, el combo regular cuesta 4,29 libras (poco menos de ¢3.400). Basta con el menudo en las bolsas del pantalón, aunque lo difícil es dar con el monto exacto: monedas diferentes, monto incómodo de leer y sin lógica entre su valor y tamaño.

El día llegó con novedades y lecciones: 1. Qué línea del metro no tomar si quiere llegar en menos de una hora del hotel al Parque Olímpico. 2. No olvidar a partir de ahora el abrigo.

Puede ser que el atípico, caliente y soleado Londres de los últimos días, al fin haya dado paso al tradicional lluvioso, con aguaceros no muy fuertes o largos pero sí intermitentes, fríos y majaderos.

Fue así que deseando comer algo caliente que me obligue a llevarme el tenedor a la boca, que un pequeño rótulo (“área de comida” o algo por estilo) nos llevó al segundo piso casi por curiosidad, justo sobre el McDonald’s.

Sin restaurante a la vista, caminamos un pasillo, abrimos una puerta... (aquí imagínese a la ardilla de la Era de Hielo, los ojos desorbitados, la boca abierta, la lengua caída, las babas chorreando viendo una gran bellota a su alcance). ¡¿Dónde había metido Dios ese comedor para cientos de personas, con opciones de comida internacional, asiática, británica, mexicana abierto 24 horas?!

Vénganos tu reino, aunque yo pierda la oportunidad de imponer mi marca olímpica de hamburguesas y papitas.