Lo único que faltó anoche para que el Palacio de los Deportes fuera una cantina fue el licor, por lo demás Bunbury hizo que los asistentes ahogaran sus penas en sus melancólicas tonadas y con un trato fraternalista, como de compadre a compadre, prestó su hombro y su voz para que nadie saliera despechado.
Vestido de rojo y negro brillantes zapatos de charol y el pelo alborotado como es su estilo, Enrique Ortiz de Landázuri salió a escena a las 8:05 p.m. abrazado por los gritos de sus fans. Empezó a endulzar a los suyos con su tema “Llévame”.
“Muchas gracias hermanos de Costa Rica es un inmenso placer estar con ustedes. Venimos con algunas canciones melancólicas y otras cantineras”, dijo el oriundo de Zaragoza, mientras sus fans coreaban su nombre.
Continuó con la cumbia “Diario de un borracho” y con ella puso a bailar hasta los más roqueros en el Palacio seguida de la canción “De mayor”, “La señorita hermafrodita” del disco “Viaje a ninguna parte” y “El extranjero” ante un Palacio a reventar.
Siguieron en la lista “Ódiame” de su disco nuevo y una de las favoritas de sus seguidores.
¿Una canción bien cantinera?, preguntó al público y de inmediato soltó ante el griterío “Ánimas que no amanezca”.
Gritos que se agudizaron cuando se quitó su chaqueta roja quedando con un chaleco del mismo color y enrollando las mangas de su camisa negra e impecable.
También hubo tiempo para el repaso con “Sácame de aquí” con la que le tiraron sobre el escenario una bandera de Costa Rica, pero lo malo fue que hizo un gesto como si se secara el sudor con ella.
Ya para las 9:23 p.m. anunció su despido e interpretó “El hombre delgado que no flaqueara jamás”, una de las más roqueras.
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