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 Nacionales Domingo 25 de febrero, 2007, San José, Costa Rica.
 

Habitantes del cantón viven con el alma en un hilo

Grito esparzano: ¡que no se lleven Alunasa!

Tras el anuncio del presidente venezolano, Hugo Chávez, de cerrar la empresa, los habitantes de Esparza temen un desplome social y económico en la zona

Alejandro arley vargas
COLABORARON
Christian Campos y Rolando Avilés,

Jueves 22 de febrero. “Que no se la lleven, por Dios, que no se la lleven”. Ni tiempo me da para acostumbrarme al calor de Esparza, cuando el llanto de doña Clemencia, de 63 años, me cala hasta los huesos.

“Mi yerno trabaja ahí, en Alunasa y está muy preocupado”, continúa entre sollozos.

Como una pieza de dominó que empuja las otras en cadena hasta que todas se caen, los esparzanos temen que el posible cierre de la compañía venezolana se traiga abajo 29 años de esfuerzo, sacrificios y estabilidad.

Sacar a los hijos de la universidad, quitarles la escuela de fútbol o clases de baile, tener deudas en los bancos, no sacar el bachillerato...

... todas son historias reales de mis mejores amigos. Eso y más pasaría aquí si se va la empresa”.

Francisco Marín vecino

En Juanilama, sitio donde se ubica la compañía, no hace falta recorrer muchos metros para encontrarse caras largas, silencios prolongados y “respirar tensión” en el ambiente.

“No nos han dicho nada, nos deja el bus”, “no sabemos qué pasa, saben más ustedes”, dicen varios empleados que corren para evadir a la prensa que se atrinchera en los portones. El cambio de turno a las 2:00 p.m., puso al descubierto a los verdaderos protagonistas de esta historia.

Son 400, hombres y mujeres, muchos con familias numerosas que dependen de esos salarios para subsistir.

Es gente que como usted o como yo, tiene deudas en los bancos por el préstamo de la casa, por el crédito en el almacén de electrodomésticos o por hacer el esfuerzo de mandar un hijo a la universidad.

¿Adónde nos vamos?

“Aquí hace mucho que cerraron Fertica, Carter, Plum Rose, Montecillos, ¿Adónde nos vamos, entonces?”, me dice “Edwin”, un trabajador de Alunasa que descansaba en el corredor de su vivienda, tras laborar.

Testimonios como este, rompen el silencio que guardan muchos empleados que desde inicios de semana siguen esperando la respuesta de un jefe, un gerente, de Óscar Arias, de Hugo Chávez... ¡de alguien!

Diálogo inútil

Son casi las siete de la noche y toco el timbre de la casa del presidente de la compañía, Ramón Rosales, solo para probar suerte. La vivienda se ubica al lado de las instalaciones.

- ¿Qué se le ofrece? Suena por el intercomunicador.

-Buena noches, ¿está el señor Rosales?, pregunto.

- No señor, le habla el mismo guarda de la empresa, que le acaba de atender, aquí lo estoy viendo.

-¿Regresa pronto?, insisto.

- No. Fin del diálogo inútil.

Sábado 24 de febrero. Esparza amanece con el mismo calor, la misma belleza de sus mujeres, pero con la misma congoja.

Una luz de esperanza se asoma. Según las agencias de noticias internacionales, Hugo Chávez evalúa la situación de Alunasa y recibirá pronto a un grupo de empleados de la empresa en Caracas.

Mientras tanto, a las 8:50 a.m., las instalaciones de la empresa lucían muy diferentes. “No hay nadie de la administración que le dé declaraciones”, me indica uno de los guardas de seguridad.

Inicio el recorrido por Juanilama y dos pequeñas pulperías me salen al paso. Alice Carvajal saca las cuentas. “La gente está guardando plata por si pasa algo con la empresa. Siempre vendo como ocho bollos de pan y ayer solo se fue uno, claro que se afectan las ventas”, afirma.

“Los vecinos compran aquí cosas básicas como arroz, frijoles, leche y son trabajadores de Alunasa. Si ellos no tienen salario, nosotros no vendemos, es lógico”, agrega.

En la Importadora Monge del centro, la administradora del local, Carmen Segura, sufre por partida doble. “Me duele mucho lo que le está pasando a esta gente y como empresa nos preocupa, además, que muchos de los empleados tienen créditos de ¢300 mil o más con nosotros y no sabemos qué va a pasar”, comenta.

Foto: 1516149
El jueves pasado, la marcha silenciosa de los trabajadores de Alunasa reflejó la incertidumbre que viven desde el anuncio del posible cierre.
Rolando Avilés.

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