Domingo 1 de junio de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Domingo IX del Tiempo Ordinario
Construir bien sobre la roca
  • AlDia.cr
    Para entrar al Reino de los Cielos debemos cumplir la voluntad del Padre que está en el cielo. Internet.

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
redaccion@aldia.co.cr

Retomamos los domingos del Tiempo Ordinario justo en el momento en que Cristo termina el sermón de la montaña y nos da las últimas instrucciones. Hoy Jesús resella su enseñanza con una sentencia, declarando que nuestra fe, nuestra forma de vida, no es mera sensiblería religiosa, no es actitud afectada ni apariencia, como tampoco una “devoción” mal entendida. Ser cristiano implica un ejercicio tenaz y cotidiano.

Hoy aprenderemos dos cosas. La primera: para entrar en el Reino debemos cumplir a pie “la voluntad de mi Padre que está en el cielo”. Hay que tener claro que al final ni siquiera importará si tuvimos grandes papeles en la vida de la Iglesia, si fuimos famosos o incluso milagreros. Eso no tendrá valor si en nuestra vida no entramos en comunión estrecha con Cristo, si no le llegamos a conocer, si no fuimos sus amigos, sus íntimos. Ser ajenos a Cristo podría llevarnos a que al final, él diga desconocernos y, lo peor, no estará mintiendo.

La segunda cosa que se nos propone, se relaciona con una directa y consoladora declaración de Jesús, que nos llama a distinguir entre quien trabaja bien y quien no lo hace. Compara nuestra vida cristiana con una construcción que puede cimentarse bien o mal.

Cimentamos bien el edificio de nuestra vida de fe, dice Jesús, cuando le escuchamos a él y practicamos su palabra, cuando asumimos su sermón de la montaña y acogemos su revolucionaria reforma de los diez mandamientos. Al hacerlo, estaremos actuando con sensatez, edificaremos nuestra vivienda sobre roca. Así, nada deberá preocuparnos, nada podrá demolerla, ni siquiera las puertas del infierno.

Por el contrario, podría darse el caso de que escuchemos su palabra, pero la olvidemos o no le demos importancia. Seremos de los que construyen la casa sobre arena. Cuando vengan las dificultades, nuestra casa no las podrá resistir, se derrumbará y nuestra ruina será grande.

De modo que no se trata de sentimientos ni de emociones. La fe en Jesucristo debe ser práctica cotidiana, un seguir permanentemente sus pasos, un crecer a partir de su ejemplo y de su testimonio. Ser cristiano no se puede reducir a simples ejercicios de piedad o a unas pocas celebraciones litúrgicas. Tampoco se queda en las simples relaciones que pueda tener yo con Dios, como si Dios me permitiera el egoísmo. Se llama cristiano aquel creyente que, además de haber aceptado al Señor en su vida, vive a partir del modelo que Cristo mismo le presenta, y practica esa regla en todos los momentos de su vida. Cimentemos, pues, nuestra casa sobre roca firme. Escuchemos la palabra de Dios y pongámosla en práctica.

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