Domingo 1 de junio de 2008, San José, Costa Rica
VIP | Flora Garrón, Médico general
Una mamá con agallas
Su sueño siempre fue ser doctora, pero primero se graduó con honores como esposa, madre de cuatro hijos y abuela
  • AlDia.cr
    | Herbert Arley

Neyssa Calvo Achoy

La historia de doña Flora Garrón comienza como la de tantas madres que dedicaron años de entrega a sus hijos y familia, dejando un lado sus sueños.

Cuando sus hijos crecieron ella se armó de valor, organizó la casa y después de hacer mil malabares recibió su título como doctora en medicina.

Hoy, a sus 48 años sigue pendiente de su hogar, de sus cuatro hijos y ahora de una fila de pacientes que la espera de lunes a viernes en uno de los Ebais de Paraíso de Cartago.

Obtener el derecho de usar la gabacha blanca no fue cosa sencilla, nos cuenta, pues hubo obstáculos difíciles como la crianza de sus hijos –con muy pocos años de diferencia entre ellos– y hasta la falta de dinero para costear su carrera con las cuentas de la escuela y la casa.

Doña Flora se casó a los 21 años con Víctor Manuel Carballo, a quién conoció en la universidad mientras cursaban el primer año de carrera de medicina.

Ella tuvo que dejar la “U” cuando el embarazo de su primer hijo, Víctor, no le permitió seguir.

El tiempo pasó, recuerda la doctora, y la maternidad fue envolviéndola poco a poco y alejándola cada vez más de las aulas. Al año y una semana de la llegada de Víctor nació Fiorella después Carlina y por último Giovanna, para completar la familia Carballo Garrón.

Su esposo continuó estudiando, mientras ella aprendía con la práctica, cada vez que había un accidente en la casa.

Intentó volver a las aulas con mil esfuerzos, pues solo podía llevar una clase al año.

Con el tiempo los hijos crecieron. Víctor se hizo doctor, Fiorella abogada, Carlina estudia nutrición y Giovanna ingeniería industrial.

A pesar de que los pañales, las tareas escolares, la adolescencia y el paso hacia la madurez de sus hijos quedaron atrás, ella aún tenía dos obstáculos para seguir adelante: financiar la carrera y sacar de su mente la idea de que estaba muy “vieja” para seguir estudiando.

“Mi familia y mi amiga Eva me inyectaron el valor que necesitaba para terminar. Así que gestioné un préstamo y continué”.

Volvió a las aulas, en el 2004, y según dice le costó acoplarse.

“No podía concentrarme como antes, era difícil exponer frente a la clase y aprender a usar Internet”.

Sus hija Fiorella se hizo cargo de la casa y junto a sus hermanos le ayudaban en lo que podían.

El 14 de abril recibió su diploma y desde hace dos meses está en el Ebais.

Todo valió la pena y su mayor paga es saber que la gente sale feliz de la consulta.

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