Alejandro Arley Vargas
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Doy mi palabra. Las manos se le pondrán rojas de tantos aplausos y se reirá hasta que le duela el estómago. Déjeme y le cuento.
Acróbatas que vuelan sobre su cabeza, coreografías al estilo Las Vegas, magia que asombra hasta el más incrédulo, hermosísimas mujeres y atletas con físicos impresionantes, son parte del menú en una función del circo Tihany, ubicado en Zapote.
En dos horas y media, esta gente es capaz de hacerle olvidar todo lo que hay afuera de la enorme carpa de 27 metros de altura.
Una hora antes del show, el movimiento detrás de los telones es intenso. Los acróbatas hacen sus calentamientos, las bailarinas se maquillan y las costureras revisan el vestuario.
Este grupo es como las Naciones Unidas. Conviven 70 artistas de 23 países como Ucrania, Rusia, Inglaterra, Brasil y Cuba.
Muchos de los artistas viajan por todo el mundo con sus parejas e hijos. Por eso, tras el escenario, es común ver a niños y niñas aprendiendo artes circenses.
El húngaro Franz Czeisler, fundó el circo hace 50 años. Desde ese entonces se ha presentado en 600 ciudades de 40 países.
Fantasía y color
Es jueves. A las 7:40 p.m. la lujosa carpa de 2.200 asientos, está casi llena. Las luces bajan su intensidad y el espectáculo empieza.
Decenas de payasos bailan, animan al público y dejan la mesa servida para los acróbatas que, impulsados por columpios gigantes, literalmente vuelan por todo el escenario.
El tiempo pasa y el ritmo llega con una impecable coreografía del “Mambo número cinco”.
Los vestuarios que se utilizan en Tihany se confeccionan con un millón de lentejuelas, 45.000 metros de telas y 14.000 plumas.
No podía faltar el alma de la fiesta: un buen payaso que aparece entre cada acto.
Sin decir una sola palabra “Piquillo” hace lo que quiere con el público. Además de sus rutinas cómicas es un músico brillante. Un genio que saca el niño que todos llevamos dentro.
Tiempo de magia
A bordo de un Rolls Royce antiguo, el ilusionista Richard Tihany pone la cereza en el pastel.
Sus trucos son tan impresionantes que uno no se sabe en qué momento lo van a desaparecer a uno de la silla.
Aún con una cámara de vídeo, proyectada en pantalla gigante, registrando todos sus movimientos, Tihany logra desaparecer a una de sus asistentes.
“Tres preguntas que siempre me hacen: ¿Cuál número va a salir en la lotería?, ¿cómo desaparezco a la suegra? y ¿cómo aparezco a una hermosa mujer”, bromea el ilusionista.
El mago pide dos voluntarios. Los pequeños David y Susan, corren a toda prisa y en cuestión de pocos minutos terminan haciendo haciendo trucos como dos profesionales.
Entramos a la recta final. Las contorsionistas sacan ovaciones con sus cuerpos elásticos y los acróbatas del bungee se balancean por la carpa con lindos trajes que brillan en la oscuridad.
Vendrá otra noche, otro público, pero insisto, doy mi palabra. Le dolerán las manos de aplaudir y el estómago de reír.
Enkhbat de 33 años y Ambra de 32 , son dos artistas de Mongolia que tienen una década de trabajar en el circo Tihany.
Aprendieron gimnasia olímpica en un reconocido instituto de su país y juntos son asombrosos en escena.
“Vinimos a Costa Rica hace 8 años. La gente es muy amable”, expresó Enkbat en español.
En su tiempo libre, ambos se dedican a enseñar gimnasia a los hijos de otras estrellas.
Su presentación es una mezcla de agilidad y fuerza impresionantes.
Aunque habla muy bien español sale a flote su marcado acento inglés. Tracy Lee, capitana de las bailarinas, está cerca de cumplir 40 años y empezó en Tihany hace 20.
“Somos 18 bailarinas de Inglaterra, Colombia, México, Bielorrusia, Ucrania y muchos más”, afirma sonriente.
Tracy también habla portugués, Su esposo y una hija de siete años le acompañan en el circo.
“Me contrataron en Londres y mi primera gira con Tihany fue a México en 1987”, comentó.
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