Miércoles 14 de abril, 2004. San José, Costa Rica.


Nueva revista deportiva


 

Butaca 1

La Chascona

Leonardo Perucci

Santiago de Chile.– “Amor, ahora nos vamos a la casa, donde la enredadera sube por las escalas. Antes que llegues tú, llegó a tu dormitorio el verano desnudo con pies de madreselva”.

Estos versos, escritos por Pablo Neruda, fueron motivados por la construcción de una casa que sería refugio del secreto amor entre el poeta y Matilde Urrutia, que luego se convirtió en su tercera esposa y lo acompañaría hasta su muerte.

Esta casa, bautizada “La Chascona”, está en Santiago, a los pies del Cerro San Cristóbal, y aprovecha en su estructura lo escarpado del terreno.

La pasión de Neruda por el mar está presente en las escaleras y en la decoración. Un bar que perteneció a un barco inglés, ventanas redondas, puertas estrechas y hasta un pasadizo secreto por donde se escurría para su infaltable siesta.

Poseedor de un gran sentido del humor, le gustaba disfrazarse y, para que sus visitantes sintieran la sensación de estar mareados a bordo, construyó un piso curvo en el comedor.

La presencia del poeta mayor se siente en cada objeto y rincón de la casa, cuidadosamente planificada para proveer espacios, casi sagrados, para escribir y para la realización de un sueño amoroso... “Las zarzas guardaban el sitio con su sanguinario ramaje, hasta que la escala y sus muros supieron tu nombre”...

En la parte alta, coronando un bar hecho con maderas de un barco francés, hay un gran retrato del poeta norteamericano Walt Whitman. Un albañil le preguntó a Neruda si ese señor era su padre. El poeta hizo una pausa y contestó: “Sí..., es mi padre”.

Y por último, el escritorio en donde trabajaba. Bajo la cubierta de vidrio, unos papeles escritos a lápiz guardan una de las joyas de esta casa. Podemos leer: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos y mi voz no te toca”.

Neruda murió en esta casa y fue velado en el garaje a los pocos días del sangriento golpe de Estado de Pinochet. Dos días antes, una patrulla militar allanó este santuario de amor robando y destruyendo objetos y muebles. Buscaban armas y no las encontraron. Solo testimonios de una vida maravillosa puesta al servicio de sus semejantes.

Es hora de partir. Por el gran ventanal de su escritorio veo, como él, “la fiesta del Poniente en los cerros lejanos”.

| PORTADA | NACIONALES | SUCESOS | OPINIÓN | SOCIEDAD | OVACION | EL NORTE |
| INTERNACIONALES | SERVICIOS | USTED OPINA | PURA VIDA | ESCRIBANOS |

© 2003. Periódico Al Día. El contenido de aldia.co.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr

EDICIONES ANTERIORES