Miércoles 14 de abril, 2004. San José, Costa Rica.


Nueva revista deportiva


 

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Amargo momento
Después de haber recogido la cédula de identidad, don Manuel Bermúdez dijo que “haber declarado fue revivir momento muy amargos”. Atrás, el juez Carlos Boza.
Abelardo FONSECA/Al Día

“Es un clavo en el corazón”

Rodolfo MARTIN

A pocos meses de cumplir tres años de que una bala perdida asesinara a su hija Marcela, la segunda de sus cinco muchachas, don Manuel Bermúdez Fallas no se repone y duda que se recuperará del dolor sufrido con su partida.

La muchacha, de 19 años, exreina de belleza y alumna de la Universidad Internacional de Las Américas, murió el 20 de julio del 2001 de un disparo en la cabeza cuando viajaba en un autobús.

“Esto es como si uno tuviera un clavo metido en el corazón”, expresó ayer este empresario del transporte desamparadeño, frente al Tribunal de Juicio de San José en donde, desde anteayer, se ventila el caso de su hija. La joven daba sus primeros pasos en el modelaje nacional.

Como sospechoso figura un guarda privado de nacionalidad nicaragüense y de apellido Salazar, quien ha insistido en que el disparo fue accidental. El juicio por homicidio culposo proseguirá hoy.

A continaución un extracto de las palabras de don Manuel.

La noticia

“Me enteré por una llamada de la mamá de Marcela, cuando me dijo había sido baleada.

“Estaba sentado al frente del escritorio. Sentí un desconcierto muy grande. Una bala...¿cómo? No podía creerlo. La confusión era total.

“Me levanté y llamé a mi hermano. Creo que ya sabía. Nos dijeron que la habían llevado al hospital San Juan de Dios y para allá nos fuimos.

“De camino pensaba lo peor. Sin embargo, al mismo tiempo deseaba que fuera lo contrario.

“Al llegar, volvió el desconcierto. Los médicos no daba toda la información.

“Estaba angustiado y temeroso. Al final de la tarde, nos pasaron cerca del quirófano y nos dijeron que el caso era serío y que había que esperar.

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Futuro insospechado
Marcela Bermúdez: la exreina era una alumna universitaria. La segunda de cinco hermanas.
Foto ilustrativa/Al Día

“Unos doctores amigos que hablaron con los médicos que la atendían, nos confirmaron la gravedad.

“Pregunté si había alguna otra opción en otra parte y me recomendaron que lo mejor era no moverla.

“Estábamos ante una situación irreversible. Marcela tenía muerte neurológica.

“La familia, con el transcurrir de las horas enfrentaría una situación de mayor dolor.

“Y fue cuando nos preguntaron si donábamos el hígado de Marcela.

“Llegamos al convencimientoque si a ella le hubieran consultado, habría estado de acuerdo con ser donate con su muerte. Aceptamos.

“Y fueron tres días para la preparación del trasplante.

“Sin embargo, Marcela estaba pegada a un respirador. Eso era duro. Ella estaba cada vez más fría, con las uñas más moradas y eso me preocupaba. Si a ella la desconectaban del respirador, los órganos se descomponían.

“Eso fue cruel. Al final, el paciente murió y no hubo trasplante.

“Los recuerdos lo ponen a uno tenso...deprimido y toda la familia debió buscar ayuda profesional.

“¿Cómo cambió mi vida? Es como si me arrebataran parte de mí. Uno empieza a desarrollar un sentimiento de culpabilidad y a generar un temor hacia los demás hijos, porque cree que están expuestos a peligros similares y quisiera tenerlos a todos alrededor de uno.

“Lo ocurrido me cambió el estado de ánimo. Llegué a enojarme con más facilidad. Incluso hasta con Dios. No quería ir a trabajar y tuve que contratar a alguien que me sustituyera. Prefería mantenerme en la casa. No podía desempeñarme como debía ser.

“Era miembro de la Cámara Nacional de Transporte Automotor y de la Junta Directiva de Fundación de Ciudadelas de Libertad y ya no quiero volver”.

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